Cartas al director

Mis niños perdidos

La llegada del otoño abre el curso escolar. Dicen que también se abre el curso político. Supongo que hasta el curso de los ríos iniciará una nueva etapa. Mis pequeños de tres y siete años sueñan con ir al cole para aprender y jugar con sus amigos. Sus padres han decidido que la escuela es lugar para educar y no para adoctrinar, así optan por la enseñanza alternativa a la religión. Es fácil de entender: cuando los catequistas entren en sus aulas, mis hijos tendrán que marcharse a vagar por el colegio de la mano de sus tutores. Sin ocupación, sin lugar, solitos, como los primeros cristianos. Hab...

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La llegada del otoño abre el curso escolar. Dicen que también se abre el curso político. Supongo que hasta el curso de los ríos iniciará una nueva etapa. Mis pequeños de tres y siete años sueñan con ir al cole para aprender y jugar con sus amigos. Sus padres han decidido que la escuela es lugar para educar y no para adoctrinar, así optan por la enseñanza alternativa a la religión. Es fácil de entender: cuando los catequistas entren en sus aulas, mis hijos tendrán que marcharse a vagar por el colegio de la mano de sus tutores. Sin ocupación, sin lugar, solitos, como los primeros cristianos. Habrá que preguntarse: ¿regulan los centros la enseñanza alternativa a la religión? ¿Cómo? ¿Se informa a los padres adecuadamente de esta posibilidad? ¿Incomodan los alumnos que no optan por esta asignatura? ¿Los profesores tutores de estos niños quedan a disposición del centro para otras labores más prioritarias, sustituciones, reuniones, etcétera.

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