Crítica:

Todo en orden

Abre con esta muestra en Madrid un nuevo espacio que, en rigor, no hace si no proyectar hacia un plano de ambición mayor y decididamente más personal, la andadura de un profesional de altura, Álvaro Alcázar, galerista de estirpe. Lo hace además con la obra de un artista, Andreu Alfaro, al que estaba ya estrechamente vinculada su andadura anterior y de quien presenta, a modo de "decíamos ayer", una cuidada selección antológica con piezas que recorren, desde etapas bien tempranas hasta su deriva más reciente, lo esencial de la trayectoria del gran escultor valenciano.

Sin duda uno de los ...

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Abre con esta muestra en Madrid un nuevo espacio que, en rigor, no hace si no proyectar hacia un plano de ambición mayor y decididamente más personal, la andadura de un profesional de altura, Álvaro Alcázar, galerista de estirpe. Lo hace además con la obra de un artista, Andreu Alfaro, al que estaba ya estrechamente vinculada su andadura anterior y de quien presenta, a modo de "decíamos ayer", una cuidada selección antológica con piezas que recorren, desde etapas bien tempranas hasta su deriva más reciente, lo esencial de la trayectoria del gran escultor valenciano.

Sin duda uno de los nombres clave en el devenir de la escultura española del último medio siglo, Andreu Alfaro ha desarrollado, en torno al eje del purismo geométrico, una compleja evolución, tanto más cuando, a partir de la crisis del modelo canónico vanguardista, establece, con incisiva y muy sofisticada libertad, su indagación en torno a determinados arquetipos, ya sean referentes de la estatuaria arcaica, figuras como Goethe, el Laocoonte o la sintaxis ornamental. Todo ello, por supuesto, queda reflejado a grandes rasgos en el marco de esta exposición madrileña. Pero a la par, quizá por su condición más de miscelánea que de estricto balance retrospectivo, como por el hecho de que las piezas, en su ocupación del espacio, eludan todo ordenamiento cronológico primando otras afinidades electivas, la contemplación de la muestra acaba produciendo, al menos en mi caso, una percepción bien singular.

ANDREU ALFARO

Galería Álvaro Alcázar

Hermosilla, 58. Madrid

Hasta el 29 de octubre

Ya que en ese diálogo que las obras, indistintamente remotas o cercanas, van entretejiendo, la secuencia temporal que les da origen tiende a desdibujarse, a perder densidad y en definitiva sentido, en favor de otra certeza que emerge aquí en plenitud. Me refiero, claro está, a la incontestable y radical identidad, a la férrea coherencia interior que, más allá de sus circunstanciales avatares, todas esas piezas comparten a la postre.

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