Entrevista:TOMÁS DE PERRATE | Cantaor | XIV BIENAL DE FLAMENCO

"El cante de los gitanos es más que música"

A pesar de haber nacido en Utrera (Sevilla), en la dinastía gitana de los Perrate, ser nieto del gran Manuel Torre y haberse criado en una casa en la que hasta se cocinaba flamenco, Tomás Fernández Soto, 42 años y peluquero, no empezó a cantar hasta los 35 y a "regañadientes". Pero a Tomás de Perrate, que así se llama sobre el escenario, no le ha hecho falta coger carrerilla. El próximo 1 de octubre estrena en el teatro Central Perraterías, su primer espectáculo como cabeza de cartel en la Bienal de Flamenco de Sevilla, después de obtener el Premio Revelación en la Bienal de 2002. Su es...

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A pesar de haber nacido en Utrera (Sevilla), en la dinastía gitana de los Perrate, ser nieto del gran Manuel Torre y haberse criado en una casa en la que hasta se cocinaba flamenco, Tomás Fernández Soto, 42 años y peluquero, no empezó a cantar hasta los 35 y a "regañadientes". Pero a Tomás de Perrate, que así se llama sobre el escenario, no le ha hecho falta coger carrerilla. El próximo 1 de octubre estrena en el teatro Central Perraterías, su primer espectáculo como cabeza de cartel en la Bienal de Flamenco de Sevilla, después de obtener el Premio Revelación en la Bienal de 2002. Su espectáculo, que dirige el productor Ricardo Pachón, incluye batería, guitarra y bajo eléctricos, pero "no desvirtúa el cante". Aunque ha llegado tarde, su objetivo es ambicioso: quiere modernizar el flamenco desde dentro, respetando su "postulado filosófico".

Pregunta. A la vista de los resultados, todo el mundo le preguntará ¿por qué esperó tanto para subir a un escenario?

Respuesta. Siempre me ha gustado mucho la guitarra y la percusión y cantiñeaba algo, pero no me lo tomé en serio hasta que me di cuenta de la reacción que mi cante provocaba en los demás. En 1999 a mi hermano mayor le encargaron que seleccionara a los artistas para grabar un disco, Utrera canta a la Navidad. Él andaba con la mosca tras la oreja porque había oído, por mis sobrinos, que yo cantaba, y a regañadientes me hizo que interpretara un clásico, Los campanilleros de mi abuelo Manuel Torre a compás por bulerías. Ése fue el comienzo y todos me animaron tanto que aquí estoy.

P. Usted forma parte de una familia de cantaores antiguos, ortodoxos, y sin embargo subirá al escenario acompañado por un batería, una guitarra y un bajo eléctricos.

R. Para alguien como yo, que he estado toda mi vida moviéndome entre guitarras Fender y baterías de trapo, que he estado aprendiendo a ser músico, ésta es la evolución natural. El flamenco tiene que crecer con gente que, sin desvirtuar los cantes, sean capaces de adaptarse a los nuevos tiempos.

P. ¿Se refiere usted sólo a lo musical o también a las letras?

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R. La verdad es que me gustaría hablar de cosas creativas en mis cantes, no de tanta pena; pero siempre respetando la fórmula clásica del flamenco. Partiendo de un postulado y dando la sentencia en el tercer verso.

P. Tiene un ejemplo de estos nuevos aires.

R. "Yo quiero ser barítono/ soprano o tenor/ medirme en el metrónomo/ y afinar en tono menor".

P. Ser barítono y soprano a la vez es un poco difícil...

R. Esa es una Perratería, una travesura que nosotros, Los Perrate, llamamos infundios, es decir una forma de interpretar la realidad en otro nivel.

P. ¿Necesita el flamenco contar historias nuevas?

R. La verdad es que no, lo que necesita el flamenco es más cante y más toque. Ahora estamos atravesando una época complicada porque lo que prima es el baile y se está desvirtuando el cante para adaptarlo a las necesidades de los bailaores. El bailaor pide compases de espera y cuadraturas que hacen que los cantes no sean lo que son realmente. Hay que tratar que el bailaor haga una soleá y no que el cantaor se la monte parando donde al baile le viene bien.

P. El espectáculo tiene el mismo título del disco que salió el año pasado, Perraterías, - que recibió el premio de la Asociación de Críticos de Flamenco- y que su productor, Ricardo Pachón, califica de cante gitano-andaluz.

R. El flamenco es arte universal, pero nosotros, los gitanos, cuando cantamos flamenco estamos haciendo algo más que música. Nosotros transmitimos de forma oral nuestra cultura gitana. Cuando nos juntamos en nuestras bodas, bautizos o reuniones familiares siempre está presente el cante porque es una de las pocas formas que tenemos para perpetuarnos.

P. ¿Se nota esa segunda intención sobre un escenario?

R. El público lo nota desde el primer quejío. Cuando un gitano canta no sólo transmite notas musicales, sino una sabiduría que, normalmente, sobrepasa al propio intérprete. En lugar de convertirnos en protagonistas, nosotros hacemos que esa sabiduría nos traspase y llegue a los demás. Se trata de hacer de médium.

P. ¿Ese sentimiento les está vedado a los payos?

R. No, no hace falta ser gitano de sangre; se puede ser gitano de corazón. Antonio Moya, el guitarrista que está conmigo en Perraterías, es payo y sabe más de flamenco que yo. Tengo muchos amigos que son buenos cantaores y son payos.

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