Cartas al director

Cemento

Según últimos datos, España es el país que más cemento importa a nivel mundial, esto no es ninguna casualidad, sino sinónimo de la vorágine constructora de la que estamos siendo testigos todos los vecinos en nuestros pueblos, ciudades y costas españolas. Otro dato desolador informa de que en España se están construyendo más viviendas que en Alemania, Francia e Italia juntas. Tampoco es casualidad, sino que forma parte de la especulación urbanística e inmobiliaria con la que muchos constructores desalmados, con el beneplácito de las autoridades locales, autonómicas y nacionales, se están llenan...

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Según últimos datos, España es el país que más cemento importa a nivel mundial, esto no es ninguna casualidad, sino sinónimo de la vorágine constructora de la que estamos siendo testigos todos los vecinos en nuestros pueblos, ciudades y costas españolas. Otro dato desolador informa de que en España se están construyendo más viviendas que en Alemania, Francia e Italia juntas. Tampoco es casualidad, sino que forma parte de la especulación urbanística e inmobiliaria con la que muchos constructores desalmados, con el beneplácito de las autoridades locales, autonómicas y nacionales, se están llenando los bolsillos de forma rápida y dudosa.

Pero tampoco es casualidad que las autoridades competentes no hayan atajado aún el problema, porque como reconocen el Gobierno y avalan análisis económicos serios, nuestro país crece y se desarrolla gracias a dicha acción constructora. Si tenemos presente que el Ministerio de Economía y otros organismos oficiales justifican sus éxitos en el incremento del PIB y otros criterios económicos desarrollistas, quizá habrá que preguntarse, ¿se contendrá esta avalancha de cemento a corto término?, ¿no será que si las autoridades cortan el frenesí constructor, España dejará de crecer y el Ministerio de Economía ya no tendrá éxitos de que presumir?

Como todos en este puñetero país, incluso el Gobierno, manejan la tesis del crecimiento y el enriquecimiento a corto plazo, pero llegará el momento en que la gallina de los huevos de oro se agote, y entonces dejaremos de crecer y desarrollarnos, y lo más cruel, es que nuestros futuros hijos no tendrán ni un trozo de tierra natural para poder jugar a los bolos.

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