La vida después de la prisión

Muchas cosas han cambiado en estos tres años. Cuando Roberto entró en la cárcel, tenía una novia ecuatoriana que vivía en Italia, la madre de su hijo. "Al principio creyó que era inocente, pero cuando me condenaron dejó de confiar en mí", relata. "No ha querido volver a hablar conmigo". Con su hijo, que vive en Quito y tiene casi cuatro años, sí tiene relación, telefónica. "Ni él ni mis suegros, con los que vive el niño, saben lo que ha pasado". Ni la propia madre de Roberto, a la que los hermanos han mentido durante años.

Ahora no se separa de su hermana Elisabeth. Vive con ella y su n...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Muchas cosas han cambiado en estos tres años. Cuando Roberto entró en la cárcel, tenía una novia ecuatoriana que vivía en Italia, la madre de su hijo. "Al principio creyó que era inocente, pero cuando me condenaron dejó de confiar en mí", relata. "No ha querido volver a hablar conmigo". Con su hijo, que vive en Quito y tiene casi cuatro años, sí tiene relación, telefónica. "Ni él ni mis suegros, con los que vive el niño, saben lo que ha pasado". Ni la propia madre de Roberto, a la que los hermanos han mentido durante años.

Ahora no se separa de su hermana Elisabeth. Vive con ella y su novio alemán en una casa junto al mar en el pueblo costero de Costa Calma, con tres gatos. Roberto tiene cara de niño asustado. Sale de casa lo menos posible. "Prefiero quedarme y que se me vea poco", dice hundido en su sofá. Trabaja en la construcción y está muy agradecido a su empleador por haber confiado en él a pesar de todo. "Porque te das cuenta de que a la gente no le gusta tener un preso al lado, sea culpable o inocente", expresa. "Siempre tienen dudas, y esto te acompaña de por vida". Elisabeth todavía recuerda que, a lo largo de estos tres años, cuando iba a un bar, o al supermercado, escuchaba: "Aquí están los ecuatorianos, los hermanos del violador".

Les gustaría irse de Costa Calma, un lugar con playas paradisiacas de arena blanca y aguas claras lleno de turistas alemanes jugando al tenis, pero antes Roberto quiere conseguir sus papeles y pedir una indemnización al Estado por el error que le ha privado de libertad durante tres años y de tranquilidad durante muchos más. Su abogado calcula que, como mínimo, le tendrán que dar 65.000 euros. "Habrá que probar cómo ha cambiado su vida y qué secuelas le han quedado", señala. "No sé si algún día mi vida volverá a ser normal", concluye Roberto. "Falta mucho para que me relaje un poco. Nunca lo voy a olvidar".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Sobre la firma

Archivado En