Crítica:

Inspiradores

La sede de la Fundación "la Caixa" es hoy el escenario del presente futuro incierto de la entidad cultural, por donde se pasean los muertos vivientes de las artes visuales transformados en personajes de cómic, dibujos animados y cyborgs virtuales. Aunque sólo sea por visitar este plató de ciencia-ficción, al que la cruda realidad megacorporativa ha dejado ya fuera de combate, vale la pena acudir a CaixaForum, donde la responsable de fotografía y artes plásticas durante quince años, Marta Gili, ha firmado su último trabajo en un espacio hoy "dudoso" para la continuidad real de la ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La sede de la Fundación "la Caixa" es hoy el escenario del presente futuro incierto de la entidad cultural, por donde se pasean los muertos vivientes de las artes visuales transformados en personajes de cómic, dibujos animados y cyborgs virtuales. Aunque sólo sea por visitar este plató de ciencia-ficción, al que la cruda realidad megacorporativa ha dejado ya fuera de combate, vale la pena acudir a CaixaForum, donde la responsable de fotografía y artes plásticas durante quince años, Marta Gili, ha firmado su último trabajo en un espacio hoy "dudoso" para la continuidad real de la cultura visual. Historias animadas es una selección de videoinstalaciones y proyecciones realizadas por 30 artistas internacionales que trabajan en el campo de la animación. Cuatro comisarios, aclaran que "no se trata tanto de mostrar las sofisticaciones técnicas del medio como de explorar de qué forma las estrategias creativas son capaces de asumir responsabilidades críticas frente a la hegemonía de la desinformación audiovisual y el descrédito de la imagen". Una irónica complicidad entre marco y contenido.

HISTORIAS ANIMADAS

CaixaForum

Avenida del Marqués de Comillas, 6-8. Barcelona Hasta el 8 de octubre

Fantasía o imaginación no es sólo el dilema que atrapó a los autores del "yo" que quisieron hacer tábula rasa de la poesía, Wordsworth y Coleridge, también son las armas que permiten a los artistas contemporáneos adoptar actitudes críticas, más allá de la analogía y la certeza, "desarticular y desautorizar a quienes se erigen como intérpretes autorizados de la verdad social". El cine de animación tiene un magnífico ejemplo en la videoinstalación Viaje a la luna (2003) del surafricano William Kentridge, en un homenaje a Georges Méliès, probablemente una de las mejores piezas mostradas en el pabellón italiano de la última bienal de Venecia y que invita al espectador a gozar de ese "momento suspendido" de la incredulidad ante un mundo de fantasías animadas. A partir de ahí, el "simulacro" se vuelve denuncia. Casi todos los artistas contestan a las políticas de especulación y devastación del entorno (Donna Conlon, Till Nowak, Hans Op de Beeck, Miguel Soares), otros recuperan las historias negadas a la Historia (Kao Chung-li, Cristina Lucas, Feng Mengbo) o representan la ausencia, el terror o el desarraigo (Carlos Amorales, J. Tobias Anderson, Zilla Leutenegger, Sven Pahlsson, Magnus Wallin, Sara Serrano, Eduardo Balanza). Completan el recorrido los trabajos de Ruth Gómez, Basim Magdy, Joshua Mosley, Yusuke Sakamoto, Catharina van Eetvelde, Benoït Broisat y Simon Faithfull, referidos a la construcción, en plena era del capitalismo cultural, de las nociones de comunidad y subjetividad. También consiguen dar algunas pistas para medir la distancia que separa a los inspiradores de los inspirados.

Archivado En