Crítica:

Arreglo de cuentas

En ocasiones, la separación de una pareja tiene consecuencias artísticamente muy productivas, bien que dolorosas, en los hijos que deciden someterse a alguna disciplina creativa: ahí está, entre nosotros y para no hacer una larga lista de referencias, el caso de Fernando León quien, desde Familia, viene arreglando las cuentas con una situación de su pasado que sólo podemos juzgar como traumática. Otro tanto parece haberle ocurrido al estadounidense Noah Baumbach con el divorcio de sus padres en la década de los ochenta. Aunque en este caso, y a diferencia de León de Aranoa, éste ha deci...

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En ocasiones, la separación de una pareja tiene consecuencias artísticamente muy productivas, bien que dolorosas, en los hijos que deciden someterse a alguna disciplina creativa: ahí está, entre nosotros y para no hacer una larga lista de referencias, el caso de Fernando León quien, desde Familia, viene arreglando las cuentas con una situación de su pasado que sólo podemos juzgar como traumática. Otro tanto parece haberle ocurrido al estadounidense Noah Baumbach con el divorcio de sus padres en la década de los ochenta. Aunque en este caso, y a diferencia de León de Aranoa, éste ha decidido abordar frontalmente el asunto y hacer su peculiar recreación del episodio y de los meses que le siguieron.

UNA HISTORIA DE BROOKLYN

Dirección: Noah Baumbach. Intérpretes: Jeff Daniels, Laura Linney, Jesse Eisenberg, Owen Kline, Halley Feiffer. Género: drama, EE UU, 2005. Duración: 88 minutos.

Con una estética sucia, tomada en ocasiones en préstamo de las películas de la época que el propio filme homenajea, y con una voluntad de construir un discurso que se parece mucho a un análisis, distante y con pretensiones de exhaustividad de un hecho nada banal, Baumbach pasa revista a cómo acabaron sus padres con 18 años de vida en común, de qué manera se enteraron él y su hermano del asunto y de qué forma, entre siniestra y divertida, les afectó el mismo. Y lo que emerge del filme es menos la amargura que la voluntad de conocimiento, menos la venganza que la necesidad de explicarse qué se rompió en una pareja que parecía hecha, ocurre siempre así vista desde los hijos, para durar eternamente.

Así, el retrato que Baumbach propone es el de una familia de clase media y ocupaciones intelectuales (los progenitores se dedican a las letras; ella tiene éxito, él lo tuvo y no logra reeditarlo), en la que un padre que trata a sus hijos de tú a tú no puede evitar comportarse como un patético ser competitivo (por todo: desde un partido de tenis hasta la conquista del amor en exclusiva de sus hijos), y en la que una madre atractiva y con éxito no puede evitar ser juzgada duramente por un hijo que, sólo unos años más tarde (es decir, ahora mismo) podrá entenderla, y hasta justificarla. Tiene el filme hechuras de película adulta, un discurso que huye de descalificaciones y una voluntad, quedó ya dicho, de utilizar el cine como un vehículo capaz de despejar incógnitas.

Es, está claro, una película independiente, por ventura a años luz de la mayor parte de las gansadas que nos llegan del otro lado del Atlántico. Y resulta, por ello mismo, altamente recomendable e insobornablemente honesta, porque no se ahorra ni siquiera la autocrítica. El por qué fue una de las derrotadas en la ceremonia anual de los Oscar ya cuesta mucho más de entender; pero ésas son las cosas que tiene la Academia...

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