Cartas al director

Horarios laborales

Meses atrás, un periódico digital venía sensibilizando a la opinión pública sobre la hora de terminación de la jornada laboral. Entre los eslóganes: "No trabaja más el que se va el último de la oficina".

He aquí una aplicación práctica y real de un nuevo horario en un gabinete, con un jefe de profesión liberal y con la preocupación de que sus empleados trabajen a gusto. No sé si influidos o no por ese periódico, los empleados le habían solicitado la jornada continua. Hasta entonces el horario de trabajo era de 9.00 a 14.00 y de 17.00 a 20.00. Acordaron el nuevo horario de 7.30 a 15.00; ...

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Meses atrás, un periódico digital venía sensibilizando a la opinión pública sobre la hora de terminación de la jornada laboral. Entre los eslóganes: "No trabaja más el que se va el último de la oficina".

He aquí una aplicación práctica y real de un nuevo horario en un gabinete, con un jefe de profesión liberal y con la preocupación de que sus empleados trabajen a gusto. No sé si influidos o no por ese periódico, los empleados le habían solicitado la jornada continua. Hasta entonces el horario de trabajo era de 9.00 a 14.00 y de 17.00 a 20.00. Acordaron el nuevo horario de 7.30 a 15.00; con una excepción, un día a la semana de trabajo por la tarde, exigida por clientes que sólo podían acudir a esas horas. Consideraba lo oportuno que había sido aceptar la propuesta, la gente trabajaba igual o mejor que antes y desde luego más contenta. No sólo a sus empleados, sino a él mismo le había mejorado el ambiente familiar. "Ahora", me decía, "eso sí, a las 22.30 en la cama".

El asunto puede perfeccionarse si, aprovechando las conexiones informáticas, se completa con la posibilidad de terminar algún trabajo desde el propio domicilio; y si a esos horarios se les añade algo de flexibilidad a la hora de entrada.

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