Cartas al director

Mentiras

Soy la traductora al español de Yo acuso, las memorias de la parlamentaria somalí-holandesa Ayaan Hirsi. Ayer escuchaba en las noticias que Hirsi ha reconocido que la historia que contó al pedir asilo era una mentira. O una verdad a medias. O una media verdad. Aunque al principio confieso que me decepcionó -convivir con su texto me había persuadido de su valentía- luego pensé que con qué derecho o autoridad moral exigimos a los pobres que cuando llegan a nuestras opulentas tierras se desnuden ante nosotros y sean transparentes. Nuestro propio sistema de justicia incita a la distorsión y...

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Soy la traductora al español de Yo acuso, las memorias de la parlamentaria somalí-holandesa Ayaan Hirsi. Ayer escuchaba en las noticias que Hirsi ha reconocido que la historia que contó al pedir asilo era una mentira. O una verdad a medias. O una media verdad. Aunque al principio confieso que me decepcionó -convivir con su texto me había persuadido de su valentía- luego pensé que con qué derecho o autoridad moral exigimos a los pobres que cuando llegan a nuestras opulentas tierras se desnuden ante nosotros y sean transparentes. Nuestro propio sistema de justicia incita a la distorsión y a la falacia, y vivimos instalados en un cúmulo de mentiras tal que el horizonte real hace ya tiempo que lo perdimos de vista.

En la mentira se basan los triunfos electorales, por patrañas se inventan y justifican guerras ignominiosas, por trapacerías de diversa consideración nos ahogan con los precios de los combustibles, por omisiones calculadas incurrimos en solicitar servicios que después resultan ser otra cosa en virtud de una letra pequeña que jamás podemos leer antes de poner la firma, por falta de transparencia caemos en el reiterado fraude de los contratos basura o compramos casas que no existen, pagamos políticos que ganan sueldos verdaderos gracias a nuestra benevolencia con la mentira y nuestra capacidad de desmemoria. Por eso, me pasma que a los pobres se les exija decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, y se les condene cuando la desesperación los lleva a fabular para poder sobrevivir.

Vaya por delante que esto es una reflexión y no, obviamente, una justificación. Pero hay una diferencia sutil entre mentir por codicia y mentir para seguir vivo. Yo todavía estoy esperando a que los grandes mentirosos oficiales y oficiosos reconozcan sus mentiras -son tantos que podría pasarme el resto de la vida confeccionando el inventario con sus nombres y sus acciones- y sobre todo a que nosotros, los grandes engañados de siempre, tengamos el gesto firme de no olvidarlo, ni disculparlo, ni seguir asumiendo sus coste s.

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