"Universal, de poderosas caderas y de noches salvajes"

Miguel Bosé comenzó su discurso asegurando que hace años que no celebraba las fiestas isidriles, y añadió que ya tenía ganas de estar en el balcón de la Casa de la Villa, que, según advirtió, "hace ya tiempo que no cambia de color".

Tras agradecer la invitación del Ayuntamiento, recordó que es un hijo de Madrid, y eso, en su opinión, "dice mucho". "Dice que soy madrileño, sí, señor, un madrileño más, como todos y cualquiera de los de ahora, medio toledano, medio almeriense, medio milanés, medio austriaco, medio gitano, medio hindú, medio árabe, medio judío, medio vasco, medio senegalés,...

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Miguel Bosé comenzó su discurso asegurando que hace años que no celebraba las fiestas isidriles, y añadió que ya tenía ganas de estar en el balcón de la Casa de la Villa, que, según advirtió, "hace ya tiempo que no cambia de color".

Tras agradecer la invitación del Ayuntamiento, recordó que es un hijo de Madrid, y eso, en su opinión, "dice mucho". "Dice que soy madrileño, sí, señor, un madrileño más, como todos y cualquiera de los de ahora, medio toledano, medio almeriense, medio milanés, medio austriaco, medio gitano, medio hindú, medio árabe, medio judío, medio vasco, medio senegalés, medio todo lo que uno se imagine que se pueda ser o le venga en gana, más medio todo el resto de lo que aún me queda por ser", señaló.

Bosé, embutido en pantalón y cazadora vaquera, subrayó que esta "mezcla en equilibrio, que Madrid no sólo la permite, sino que la desea y la provoca".

"Madrid quiere que sus hijos sean lo que cada uno quiera ser o sueñe, ya se venga de donde se venga. Y ése es un arte que Madrid domina como pocas ciudades en el mundo, como sólo lo saben hacer las más modernas y cosmopolitas", matizó.

Ciudad envidiable

El artista continuó su intervención desde el balcón del Consistorio diciendo que Madrid "es más universal que nunca, dueña de una personalidad única, envidiable y envidiada, de poderosas caderas, de atardeceres románticos, de noches salvajes, de culturas que se trenzan y que se dan cita en calles urgentes, entre atascos y obras, puentes, cielo, agujeros, sol, ruidos, risas, cañas, tapas, parques, nuevas ideas, transgresiones, clandestinidades, arte, fútbol, toros y museos".

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"A Madrid le pasa como a los buenos amigos: que después de quejarnos mucho de cómo son, y de especular sobre cómo deberían de ser, se les acaba queriendo sobre todo por sus defectos". Por ello, Bosé deseó que "no cambie, que siga así, así de abierta, así de viva y así de imprevisible, como así de osada, de descarada y de golfa, de brillante y de chula, pero que siga así de auténtica a pesar de lo muy enloquecida que crezca o de lo que digan, pero que en el futuro siga así de extraordinaria y mágica como lo viene siendo desde siempre".

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