Reportaje:

Un problema del tamaño del 8% del PIB

El imparable déficit exterior polariza a los economistas entre el cambio del modelo económico y la restricción del gasto

El debate sobre el déficit exterior produce hoy dos posturas encontradas. Para unos, sólo podrá corregirse mediante un cambio en el modelo de crecimiento económico que aumente el capital en formación y en tecnología de los productos españoles que hoy no consiguen ganar cuota de mercado en el exterior. Para los economistas más ortodoxos, la solución se sintetiza en reducir el crecimiento del gasto interno. Más superávit público.

El imparable crecimiento del déficit comercial español y, en consecuencia, del déficit por cuenta corriente, constituye hoy el lado oscuro del crecimiento económ...

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El debate sobre el déficit exterior produce hoy dos posturas encontradas. Para unos, sólo podrá corregirse mediante un cambio en el modelo de crecimiento económico que aumente el capital en formación y en tecnología de los productos españoles que hoy no consiguen ganar cuota de mercado en el exterior. Para los economistas más ortodoxos, la solución se sintetiza en reducir el crecimiento del gasto interno. Más superávit público.

La pérdida de competitividad se pagará con menos inversión y consumo y con un ajuste de los precios superior al de la media europea

El imparable crecimiento del déficit comercial español y, en consecuencia, del déficit por cuenta corriente, constituye hoy el lado oscuro del crecimiento económico español y genera un debate sin fin sobre los problemas evidentes del modelo económico -construcción y consumo como impulsores del PIB-. La balanza por cuenta corriente presentaba en marzo un déficit de 68.952 millones de euros, el 55,1% más que hace dos años. En términos de PIB (7,6%) es superior al de Estados Unidos (6,5%). Pero en 2002 era del 3,27% del PIB, es decir, se ha duplicado en tres años. Algunos analistas consideran que este año la hemorragia de competitividad llevará el déficit corriente hasta el 9% del PIB. El déficit comercial, causa principal del déficit corriente, se situaba en enero de este año en 6.583,9 millones de euros, con un aumento de casi el 25% sobre los datos de enero de 2005. El resumen de estas cuentas es que España crece a tasas muy elevadas, pero las empresas pierden cuotas de mercado en el exterior y compran cada vez más productos extranjeros. Consumen cada vez más, pero las plusvalías se quedan fuera.

Ahora bien ¿por qué se produce el agujero exterior? La razón última es que las empresas y los ciudadanos españoles están consumiendo e invirtiendo por encima de lo que permite su renta porque pueden sustituir esa renta de la que no disponen con deudas contraídas con otros países o regiones. La conclusión inmediata es que la deuda que va acumulando España día a día tendrá que pagarse algún día -principal más intereses- renunciando, cuando ese momento llegue, a parte de la renta dedicada a consumo o inversión.

Cómoda financiación

Otra cuestión que forma parte del debate es si el déficit exterior puede mantenerse o aumentar. Las respuestas, como casi todas en economía, están tan condicionadas que resultan imprecisas. Sí, puede aumentar; al fin y al cabo la pertenencia de España a una unión monetaria europea garantiza que se financiará cómodamente incluso con costes financieros ventajosos. Pero esa facilidad no evita que, como se ha mencionado antes, la pérdida de competitividad se pague en el futuro con menos inversión y consumo, con menos exportaciones en relación con el crecimiento y con un intenso proceso de ajuste de los precios, superior al de la media de la unión monetaria. Las reglas del juego para la economía española son precisamente ésas; con el añadido de que quienes se hayan endeudado con coste de dinero barato -hipotecas, créditos de consumo- perderán capacidad adquisitiva cuando los tipos de interés comiencen a subir.

Pero, a partir de este punto, todo el debate o panorámica de la situación se enreda en soluciones contradictorias. El déficit exterior puede financiarse cómodamente, incluso hay quien dice que, al fin y a la postre, atrae dinero que se dirige a inversión productiva. Aunque no sea española, es lo que los cursis llaman colesterol bueno. Pero revela una disfunción en el crecimiento. ¿De qué tipo? Para algunos economistas, es un problema de modelo de crecimiento. La economía española se sostiene sobre la construcción y el consumo porque es incapaz de producir bienes y servicios que incorporen valor añadido. La falta de competencia genera inflación, el diferencial de inflación resta posibilidades de ganar cuota de mercado en los mercados exteriores y en Europa en particular. Los economistas de este bando sostienen que el déficit exterior se corregirá cuando cambie el modelo de crecimiento y los productos que se fabrican en España incorporen más inversión en formación y en tecnología.

La propuesta no carece de interés y sustentó el contenido ideológico del programa electoral del PSOE. Pero suscita algunos problemas de aplicación. Por ejemplo, convendría saber que se hace mientras surten efecto las supuestas inversiones en mejorar el modelo de crecimiento.Ya es dudoso que esas inversiones y las reformas económicas necesarias para mutar las condiciones de producción se estén aplicando hoy; por lo tanto, tampoco es necesario insistir en otras cuestiones incordiantes, como en cuanto tiempo podrán apreciarse sus efectos o si el peso excesivo del mercado inmobiliario y del consumo propiciados por los bajos tipos de interés -el verdadero milagro de Aznar fue el abaratamiento del dinero decretado por el BCE a contracorriente de la tasa española de inflación- no será una inercia demasiado pesada para la capacidad de actuación del Gobierno y las frágiles posibilidades de cambio de la economía española. En otras palabras, las reformas educativas y las apuestas tecnológicas inducen cambios a largo plazo o pueden fracasar.

Cuestión de tipos

Pero otros economistas no consideran que el déficit exterior deba ser atajado con medidas a largo plazo. Puesto que se trata de una expansión de la demanda superior a la capacidad de renta, proponen los más ortodoxos que la solución más correcta sería reducir el gasto interno. Los modelos son los que figuran en los manuales: política presupuestaria más restrictiva (es decir, en este caso, más superávit) y una política monetaria más agresiva. Lo ideal sería que los tipos de interés a corto plazo superen apreciablemente el ritmo de inflación anual. Claro que la política monetaria, como se sabe, está en manos del Banco Central Europeo. Por esta razón, el problema de la versión ortodoxa también es de aplicación. Y tampoco resuelve el problema de la incapacidad histórica de la economía española para afianzar periodos sin inflación o inferiores a la media de los socios -o competidores, nunca se sabe- comerciales.

Mientras el debate se eterniza, el Gobierno está cómodamente instalado en el modelo de crecimiento inspirado por los tipos de interés bajos. Como la política monetaria europea tiende a variar hacia tipos más altos, el riesgo de que desacelere el crecimiento económico es elevado. Las fechas para ese cambio de tendencia en el crecimiento -lo que antes se llamaba crisis- empiezan a aclararse en torno a mediados de 2007.

Pedro Solbes, ministro de Economía y Hacienda.LUIS MAGÁN

Entre países y regiones

Una de las discusiones más confusas sobre este tema es la que atañe a la cuantía que puede alcanzar el déficit exterior de un país que participa en una unión monetaria, el caso de España en la UEM. En un reciente informe elaborado por el economista José Luis Feito, se expone con claridad que en un primer momento "la acumulación de deuda exterior neta" produce "un vivo crecimiento económico y de una apreciación significativa del tipo de cambio nominal y real que realimenta la importación de ahorro exterior". Pero, como en casi todos los procesos económicos, esta dinámica tiene a agotarse. "La evidencia empírica, especialmente frágil y movediza en este terreno, sugiere que en estos casos el déficit de la balanza de pagos por cuenta corriente suele empezar a reducirse cuando se alcanzan los alrededores del 6% del PIB o cuando el ratio deuda exterior/PIB se ha alejado excesivamente del peso relativo del sector de bienes comerciables en el PIB". Y ello sucede porque a partir de cierto momento "la persistencia del aumento de la deuda exterior despliega una concatenación de presiones devaluatorias y subidas de los tipos de interés que cuestionan la continuidad del crecimiento económico y hacen rápidamente inelástica la oferta de financiación exterior".

Pues bien, la frontera del 6% del PI se ha superado con creces. ¿Está ya en marcha la "concatenación de presiones" que contribuirá a frenar el déficit? Pues parece que no. Pero, en todo caso, hay que recordar que si bien el déficit exterior en un país de la UEM puede leerse aproximadamente como el déficit que tenga cualquier región española dentro del país, resulta que hay algunas diferencias entre países y regiones. La más importante, sin duda, es que las diferencias de inflación entre países suelen ser más elevadas que las que existen entre regiones de un mismo país.

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