Crítica:

El método Mullican

Hace medio siglo, Ernst Kris, historiador del arte y psicoanalista, definió el proceso creativo como una "regresión al servicio del yo": el artista regresaba a sus primeros impulsos instintivos y el yo los controlaba y les daba forma. Algo parecido hacen los llamados "actores de método", ya que recurren a experiencias de su propio pasado para conseguir una actuación que se ajusta a un determinado papel.

El artista californiano Matt Mullican (Santa Mónica, 1951) afronta sus creaciones desde una suerte de economía psíquica, pues ve en la materia prima del subconsciente la fuente inacababl...

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Hace medio siglo, Ernst Kris, historiador del arte y psicoanalista, definió el proceso creativo como una "regresión al servicio del yo": el artista regresaba a sus primeros impulsos instintivos y el yo los controlaba y les daba forma. Algo parecido hacen los llamados "actores de método", ya que recurren a experiencias de su propio pasado para conseguir una actuación que se ajusta a un determinado papel.

El artista californiano Matt Mullican (Santa Mónica, 1951) afronta sus creaciones desde una suerte de economía psíquica, pues ve en la materia prima del subconsciente la fuente inacabable de la fantasía con que dota a la forma estética. Toda la simbología de su trabajo parte de la psicobiografía vuelta del revés, lo contrario de lo que podrían ser las prácticas psicoanalíticas en el momento de analizar un sueño, pues cuando éste se desgrana, su estructura oculta se abre y deconstruye, mientras que con Mullican, el artista ha de reunir o construir el material creativo una vez ha pasado por cierta "catarsis" o hipnosis que le convierte en esa "otro" ("that person") capaz de sacar a la luz aquellos fragmentos de realidad que permanecieron ocultos, o aquellas acciones o procesos que ejecutó de forma automática, pero que resultan claves para nuestra percepción del mundo.

MATT MULLICAN

'Breaking up is hard to do'

Galería ProjecteSD

Passatge Mercader, 8. Bajos, 1 Barcelona

Hasta el 27 de mayo

Freud lo llamaría "sublimación", la transformación en arte de una actividad instintiva, un proceso en el que el yo mediaría entre las pulsiones instintivas y las necesidades de la realidad. Para poder consumarlo, el artista ha de llevar su narcisismo hasta las últimas consecuencias. El éxito de toda esa narración ilusoria dependerá de su talento expresivo.

En ese sentido, el público que vio la retrospectiva de Mullican en la Fundación Tàpies, en 2000, pudo valorar toda su "arqueología" simbólica, "restos visibles" o "ruinas" de acciones y performances que tienen más que ver con lo cotidiano y el presente que con la infancia. Con Mullican estamos ante un trabajo de cariz más lingüístico. Y es aquí donde aparece Lacan. Hablamos, pues, de las fuerzas motivadoras de la mirada -el impacto psicológico del ojo- frente a lo increado, algo más duchampiano, más dadá.

La galería ProjecteSD pre-

senta sus últimas investigaciones sobre la percepción, cómo el ser humano interpreta y valida una determinada realidad. La instalación Learning from that Person's work -que se presentó el año pasado en el museo Ludwig de Colonia- está compuesta por una serie de paneles de sábanas sobre las que están escritas frases sobre aspectos de la vida cotidiana de "that person" -como él la llama, en esa relación especular o narcisista-.

Contrasta con la austeridad de esta pieza la serie de tres cajas de luz (Default Atmospheres, 2003) con imágenes de falsos paisajes de belleza anodina; o el vídeo Dying Stick Figure (2001) donde el artista recupera su emblemática figura de palo de los setenta, ese personaje "que no se hace responsable de nada" pues "ha atravesado la línea" tras la hipnosis. Mullican nos enseña que lo más interesante de nuestras vidas es lo que, en general no interesa, que la magia, el misterio y la sacralidad está (Santa Teresa dixit) entre los pucheros.

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