Reportaje:Elecciones en Israel

Los candidatos se lanzan a la caza del voto ruso

Los inmigrantes de la extinta Unión Soviética deciden 19 de los 120 escaños del Parlamento

Una de las primeras decisiones de Amir Peretz al ser elegido presidente del Partido Laborista en noviembre fue buscarse un profesor de ruso. Ehud Olmert escogió Nazaret Illit como escenario de su primer mitin de campaña. La audiencia: centenares de emigrantes llegados tras la desintegración de la Unión Soviética. El primer ministro interino -el favorito según las encuestas- recuerda a menudo que de allí procedían sus padres y que aunque no habla ruso lo entiende. Casi uno de cada seis israelíes es rusohablante. Suman un millón de personas llegadas a riadas en los años noventa y aún hoy a miles...

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Una de las primeras decisiones de Amir Peretz al ser elegido presidente del Partido Laborista en noviembre fue buscarse un profesor de ruso. Ehud Olmert escogió Nazaret Illit como escenario de su primer mitin de campaña. La audiencia: centenares de emigrantes llegados tras la desintegración de la Unión Soviética. El primer ministro interino -el favorito según las encuestas- recuerda a menudo que de allí procedían sus padres y que aunque no habla ruso lo entiende. Casi uno de cada seis israelíes es rusohablante. Suman un millón de personas llegadas a riadas en los años noventa y aún hoy a miles.

Representan el 20% de los convocados a las urnas mañana. Es la comunidad más cortejada por todos los partidos, que en su gran mayoría subtitula en alfabeto cirílico sus mensajes.

Suman un millón de personas llegadas en riadas a Israel en los años noventa
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No es para menos. Deciden 19 de los 120 escaños del Parlamento, y por si fuera poco "nadie ha ganado unas elecciones en Israel desde 1992 sin un respaldo importante de este grupo", explica el profesor de Ciencia Política de la Universidad Hebrea de Jerusalén Isaac Brudny.

Su apoyo fue esencial en dos victorias laboristas (Isaac Rabin, en 1992, y Ehud Barak, en 1999) y en tres del Likud (Benjamín Netanyahu, en 1996, y Ariel Sharon, en 2001 y 2003).

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Sharon -un dirigente duro de los que tanto gustan a los rusos- era hasta que cayó en coma, hace dos meses y medio, el preferido para este colectivo. "Su pasado militar, la evacuación de Gaza... les recordaba al Churchill de la II Guerra Mundial", añade Brudny. Su súbita desaparición política provocó, según los sondeos, una desbandada de rusohablantes que siguieron al ex general desde el Likud a su nuevo partido, Kadima.

Tres formaciones se disputan el apoyo de estos electores, a juicio del profesor: Kadima, el Likud e Yisrael Beiteinu (Israel es Nuestra Casa). Ésta es, según las encuestas, la estrella ascendente de la campaña: puede lograr nueve o más diputados e incluso erigirse en el cuarto en discordia. Liderado por el inmigrante moldavo Avigdor Lieberman, un ex likudnik y ex ministro, defiende un programa duro en seguridad -el conflicto israelo-palestino-, y quiere imponer la ley y el orden en la calle. Toma su nombre de Nuestra Casa Rusia, el partido oficialista de mediados de los noventa en Rusia. Para ganarse a los inmigrantes de la ex URSS, Likud y Kadima han incluido en sus listas a candidatos de ese origen en puestos con opciones.

Los llamados rusos, aunque la mayoría procede de Ucrania, son "una subcultura, diferentes a los israelíes en general", recalca Brudny. "Son emigrantes económicos, laicos y tienen buena formación; han ido llegando gracias a la Ley de Retorno, por la que Israel acoge a cualquier judío, pero al menos un tercio no lo son. Sólo un 5% se declara religioso".

De centro-derecha y partidarios de la firmeza con los palestinos, los originarios de la URSS defienden también una amplia red social. Pero, pese a su interés por el idioma, el pasado sindicalista del laborista Peretz les disgusta, y lo ven tibio para primer ministro. El liberalismo económico radical de Netanyahu les repele, y Olmert no es Sharon: "Ni él les conoce ni ellos lo conocen", destaca Brudny.

Los israelíes muestran menos entusiasmo que en anteriores comicios y abundan los indecisos, según los sondeos. Natalie, judía de Samara (Rusia), posiblemente no vote, pero, si lo hace, será a Lieberman. Muchos ven en este laico, que vive en un asentamiento, la figura paternal bajo la que cobijarse. Su lema es conciso y en ruso: "Olmert, nyet (no); Netanyahu, nyet; Lieberman, da (sí)". Teme esta ama de casa que ronda los 50 años que si Lieberman entra en el Gobierno no se le permita aplicar su plan de expulsar a los árabes-israelíes. Yisrael Beiteinu aboga por dos Estados, propone un intercambio de tierras, población incluida, con los palestinos. Natalie habla de echarlos sin contrapartidas: "Rusia es un país fuerte. Desde niños nos han enseñado que lo que se gana en una guerra no se devuelve".

El Partido Laborista y el izquierdista Meretz han advertido que no aceptarán una coalición en compañía de Yisrael Beiteinu. Kadima sostiene que para entrar en el Ejecutivo deberá adaptarse a su programa: mantenimiento de los tres grandes asentamientos de Cisjordania, pero ni hablar de movimientos de población.

Mijail -a punto de empezar el servicio militar- asegura que casi todos sus vecinos y amigos del asentamiento de Gilo, pegado a Jerusalén, respaldarán a Lieberman: "Es de derechas y consistente. El problema son sus conexiones con los oligarcas rusos".

El líder del Partido Laborista, Amir Peretz, saluda a sus seguidores durante un mitin ayer en Bet Shemesh.
El candidato de Yisrael Beiteinu, Avigdor Lieberman, habla por teléfono en su despacho de Jerusalén.AP

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