Fútbol | Crisis en el Real Madrid

Honradez inoportuna

Una dimisión significa el reconocimiento de una gestión mal hecha o de la imposibilidad para garantizar una buena gestión en el futuro. Es también un acto de responsabilidad, como manifestó Florentino Pérez en su intervención ante los periodistas. Afirmó que se siente responsable del deteriorado clima que se vive en el equipo. Dijo que no ha sabido educar a los jugadores: "Quizá sólo he sabido maleducarles". Su discurso fue el de un hombre decepcionado por la respuesta de los futbolistas, a algunos de los cuales considera "confundidos", incapaces de asumir lo que significa el madridismo. Flore...

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Una dimisión significa el reconocimiento de una gestión mal hecha o de la imposibilidad para garantizar una buena gestión en el futuro. Es también un acto de responsabilidad, como manifestó Florentino Pérez en su intervención ante los periodistas. Afirmó que se siente responsable del deteriorado clima que se vive en el equipo. Dijo que no ha sabido educar a los jugadores: "Quizá sólo he sabido maleducarles". Su discurso fue el de un hombre decepcionado por la respuesta de los futbolistas, a algunos de los cuales considera "confundidos", incapaces de asumir lo que significa el madridismo. Florentino Pérez se atribuyó el papel del padre que fracasa por exceso de cariño con sus hijos, un paternalismo que, en su opinión, no ha sido correspondido por los futbolistas, a los que ha situado en el ojo del huracán. Sólo a ellos se refirió como motivo de una decisión sorprendente que Florentino Pérez atribuyó a la lealtad que debe al Real Madrid: "La única posibilidad de un viraje pasa por el cambio de presidente".

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Le honra a Florentino Pérez reconocer su responsabilidad en el fracaso de su último proyecto deportivo, el que nació tras su reelección como presidente en julio de 2004. Sólo como fracaso puede interpretarse la trayectoria de un equipo que no ha ganado ningún título en las dos últimas temporadas y afronta en estado crítico su reto en la Liga de Campeones. Lo hace en un ambiente de descomposición, en medio de una guerra interna en el equipo, con los jugadores empeñados en mantener un desagradable fuego cruzado de declaraciones. Con su dimisión, Florentino Pérez ha aceptado que la plantilla es definitivamente sorda a su autoridad. Es un golpe definitivo a su liderazgo. Asumirlo es un acto de coherencia inhabitual en el fútbol, por más sorprendente que parezca en un hombre que se había significado por su resistencia a aceptar las críticas por el proyecto deportivo.

Se trata de una responsabilidad innegable. Desde su reelección en el verano de 2004, el Madrid ha dispuesto de cuatro directores deportivos -Camacho, Butragueño, Sacchi y Benito Floro- y cuatro entrenadores: Camacho, García Remón, Luxemburgo y López Caro. La profusión de cambios ha sido el síntoma de una falta de criterio. No ha habido un plan, ni se ha detectado al hombre capaz de trasladar al área deportiva lo que Florentino Pérez ha conseguido en el plano admnistrativo, económico o en el apartado de infraestructuras, donde su gestión ha sido más que impecable. En este aspecto, Florentino Pérez ha hecho algo más que transformar al Real Madrid: lo ha refundado.

Si la situación del Madrid está en las antípodas del abismo anterior a Florentino Pérez, su dimisión abunda en la idea de su abrumador papel en el plano deportivo. Su relación ha sido tan intensa que se ha vuelto irrespirable para cualquier entrenador o director deportivo. No se entiende de otra manera el desfile de personajes de indiscutible prestigio en el fútbol: Del Bosque, Valdano, Camacho, Sacchi o Luxemburgo. Finalmente su peculiar relación con los futbolistas -una mezcla de paternalismo, forofismo y arbitrariedad en las filias y las fobias- ha derivado en una nueva categoría. Los jugadores ya no echan sólo a los entrenadores, también acaban con los presidentes. Es la conclusión del mensaje que dejó Florentino Pérez en su renuncia.

Si le honra la asunción de sus responsabilidades y la admisión de su falta de energía, o de recursos, para efectuar el viraje deportivo, Florentino Pérez no ha tenido el don de la oportunidad en su despedida. Además de colocar a los jugadores en el ojo del huracán, expuestos a un clima virulento, les deja en un momento dramático. El Madrid jugará frente al Arsenal algo parecido a la final de la Copa del Mundo. Parece inapropiado que lo haga sin su presidente. Suena a equipo abandonado. Por muchas razones que tenga, por grande que sea su decepción, por enorme que sea su responsabilidad, Florentino Pérez debía acompañar al equipo hasta sus últimas consecuencias. Era un obligación moral y estética.

La renuncia acaba con un periodo de grandes luces y algunas sombras, un periodo que ha devuelto al Madrid al primer plano del fútbol mundial: un modelo controvertido que no logró equilibrar las necesidades mercantiles con la eficacia deportiva. Un modelo, en fin, que ha arrastrado al presidente que lo concibió y a la mayoría de la estrellas que lo forjaron. Porque esa es la siguiente. Con su dimisión, Florentino Pérez arrastrará a buena parte de sus jugadores más conocidos.

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