Cartas al director

Alucinante

Puedo entender que unos delincuentes puedan quedar libres en el caso de que las principales pruebas incriminatorias sean unas grabaciones hechas sin permiso judicial. Son las reglas del juego y, guste o no, hay que aceptarlas. Ahora bien, el que unos delincuentes, en este caso narcotraficantes, queden libres porque en un juzgado se hayan extraviado unas grabaciones exigiría, de entrada, algún cese fulminante.

Parece mentira que en unos tiempos en que la utilización de copias de seguridad digitales es algo tan común entre todos los que utilizamos el ordenador en nuestros hogares y trabaj...

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Puedo entender que unos delincuentes puedan quedar libres en el caso de que las principales pruebas incriminatorias sean unas grabaciones hechas sin permiso judicial. Son las reglas del juego y, guste o no, hay que aceptarlas. Ahora bien, el que unos delincuentes, en este caso narcotraficantes, queden libres porque en un juzgado se hayan extraviado unas grabaciones exigiría, de entrada, algún cese fulminante.

Parece mentira que en unos tiempos en que la utilización de copias de seguridad digitales es algo tan común entre todos los que utilizamos el ordenador en nuestros hogares y trabajos, a nadie se le ocurra en un juzgado hacer lo mismo, sobre todo por la trascendencia que puede tener una pérdida de información para la seguridad ciudadana.

No me sorprende que los ciudadanos no tengan confianza en la justicia si a su politización se une un extraño espectáculo de magia en el que unas pruebas desaparecen y otras, como la carta de Parot, escrita hace tiempo, aparecen.

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