ELECCIONES EN PORTUGAL

La determinación del corredor de vallas

La carrera de Cavaco Silva refleja su tesón y maestría para manejar los ciclos económicos

Arrogante, distante, hábilmente oportunista y autoritario para unos; gestor capaz, hombre cálido y patriota honrado y sacrificado para otros, Aníbal Cavaco Silva (Boliqueime, Algarve, 15 de julio de 1939) es probablemente el político más profesional que ha dado la derecha democrática portuguesa. Y, curiosamente, quien se perfila como próximo presidente de la República ha negado repetidas veces durante la campaña electoral que sea un político profesional.

La paradoja es achacable al acusado descrédito que sufre la promiscua política de partidos en Portugal, pero explica además la exitosa...

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Arrogante, distante, hábilmente oportunista y autoritario para unos; gestor capaz, hombre cálido y patriota honrado y sacrificado para otros, Aníbal Cavaco Silva (Boliqueime, Algarve, 15 de julio de 1939) es probablemente el político más profesional que ha dado la derecha democrática portuguesa. Y, curiosamente, quien se perfila como próximo presidente de la República ha negado repetidas veces durante la campaña electoral que sea un político profesional.

La paradoja es achacable al acusado descrédito que sufre la promiscua política de partidos en Portugal, pero explica además la exitosa carrera política sin ideología de este hijo de un gasolinero que logró escapar de un entorno humilde y un futuro gris a base de estudio y esfuerzo personal, lo que le permitió primero licenciarse en Lisboa y luego viajar a Inglaterra para doctorarse en economía por la Universidad de York.

Hijo de un gasolinero, logró escapar de un entorno humilde a base de estudio y esfuerzo
Sus años como primer ministro se recuerdan hoy como un periodo de bonanza económica
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Mientras sus compañeros de generación derrocaban a la dictadura de Salazar y emprendían la Revolución de los Claveles, Cavaco se preparaba lejos del terruño para ser todo en la vida con el esfuerzo y el individualismo que había mostrado en sus años mozos de corredor de vallas, especialidad de la que fue campeón nacional ante el asombro de su propio entrenador, incapaz de explicarse de dónde sacaba el tesón aquel chaval alto y flaco que al principio apenas saltaba una valla sin hacerse sangre.

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Desde el principio, la historia política de Cavaco Silva refleja ese carácter que mezcla determinación y soledad, firmeza y hermetismo, apostura y don de la oportunidad. Después de 25 años siendo un personaje público, su imagen es la de un gestor elegante y prestigioso, apolítico y patriota, callado pero eficaz ("Déjenme trabajar", dijo cuando la oposición protestaba por sus medidas económicas), sin equipo ni oratoria. Y sin embargo un maestro a la hora de anticipar el momento que más conviene a sus intereses políticos.

A la vuelta de Inglaterra, después de trabajar en el Instituto de Ciencias, la Universidad Nova de Lisboa y el Banco de Portugal, Cavaco apareció en la vida política de la mano de Francisco Sa Carneiro, histórico líder del Partido Social Demócrata, que lo nombró ministro de Finanzas en 1980. Meses después, tras la muerte en accidente de avioneta del primer ministro, rechazó seguir en el Gobierno con Francisco Balsemão y se retiró durante cinco años.

Tras esa etapa, que la economista Teodora Cardoso ha definido como "la primera gran tentativa de usar la política económica en la conquista del poder", Cavaco vio desde casa cómo el país se hundía, al inicio de 1983, en "la crisis más grave de su historia reciente" y cómo el Gobierno del Bloco Central dirigido por Mário Soares salvaba los muebles con medidas tan impopulares como la depreciación del escudo, la subida de impuestos y la bajada de salarios.

Aquel clima de descontento social, que sin embargo hizo recuperar la credibilidad internacional al país, fue el momento de su primer regreso triunfal. En 1985, durante el congreso del Partido Social Demócrata en Figueira da Foz, Cavaco Silva surgió de la oscuridad, "gracias a la providencia divina", según declararía después, para dar luz al partido y, enseguida, a un país que estaba a punto de integrarse plenamente en la UE.

Elegido por aclamación líder del PSD, Cavaco propició el fin del Gobierno del Bloco y se presentó a las elecciones. Logró 88 diputados, menos del 30% de los votos, pero llegó a primer ministro en 1985; lo sería hasta 1995 con dos mayorías absolutas arrolladoras.

Aquel decenio se recuerda hoy como un periodo de excepcional bonanza económica (fondos estructurales de la UE, bajos precios del petróleo, exportaciones masivas al mercado español). Cavaco se convirtió en un símbolo de crecimiento, impuestos bajos, salarios y pensiones más altas (el sueldo mínimo a día de hoy es de 370 euros).

Aunque sus críticos afirman que su gestión fue autoritaria ("no dejaba hablar a nadie en el partido ni en los Consejos de Ministros", recuerda el filósofo José Gil), y otros lo acusan de instalar al país en una cultura del hormigón que favoreció una clase de nuevos ricos, acentuó las desigualdades y no preparó al país para un futuro de cualificación y tecnología, el mito de la prosperidad pervive en muchos portugueses: Cavaco es el hombre que puede ayudar a salir de la crisis. En 1996, después de abandonar la presidencia del PSD, Cavaco volvió otra vez. Se presentó a las elecciones presidenciales, perdió frente al socialista Jorge Sampaio y se volvió a retirar a sus clases de Economía.

Durante estos últimos diez años, el profesor escribió sus memorias políticas en dos volúmenes, intervino poco en la vida pública, disfrutó de su esposa y de sus nietos, vio cómo la economía del país se depauperaba poco a poco. Y entonces escuchó la llamada de la patria en apuros. Negó que se presentaría durante meses, pero lo hizo. Cavaco aparecía como el hombre sacrificado, ajeno a la política y a cualquier ambición personal que renuncia generosamente a una vida cómoda de abuelo católico por imperativo patriótico. Y aquí está otra vez, en la línea de salida, el eficaz, apuesto y solitario campeón nacional de vallas.

SCIAMMARELLA

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