Crítica:CRÍTICA

Culpas y cintas de vídeo

Hace muchos años, al menos desde que se estrenó en España su impactante El vídeo de Benny, que sabemos de la querencia del austriaco Michael Haneke por indagar en algunos de los más aquilatados miedos de las sociedades contemporáneas. Miedos siempre vinculados, además, a una actitud concreta: la violencia. Y cuestionamiento, también: a la confortabilidad del espectador cinematográfico, dispuesto a aceptar, es más, a gozar con el dolor ajeno minimizado por los abundantes recursos de maquillaje que el cine tiene para hacerlo más tragable, más llevadero.

Caché, el último títu...

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Hace muchos años, al menos desde que se estrenó en España su impactante El vídeo de Benny, que sabemos de la querencia del austriaco Michael Haneke por indagar en algunos de los más aquilatados miedos de las sociedades contemporáneas. Miedos siempre vinculados, además, a una actitud concreta: la violencia. Y cuestionamiento, también: a la confortabilidad del espectador cinematográfico, dispuesto a aceptar, es más, a gozar con el dolor ajeno minimizado por los abundantes recursos de maquillaje que el cine tiene para hacerlo más tragable, más llevadero.

Caché, el último título del director Michael Haneke, con el que el pasado año ganó brillantemente el premio especial del jurado en el Festival de Cannes, apunta a ambas direcciones. La violencia está aquí un tanto preterida: el secreto que viene del pasado. Pero también está la imagen, y cómo: es ni más ni menos que el desencadenante del drama que el filme articula.

CACHÉ / ESCONDIDO

Dirección: Michael Haneke. Intérpretes: Daniel Auteuil, Juliette Binoche, Maurice Benichou, Annie Girardot, Lester Makedonsky. Género: drama, Francia, 2005. Duración: 115 minutos.

Porque imágenes son, al fin y al cabo, las anodinas, y sin embargo muy inquietantes filmaciones, tomadas en cámara fija sobre la fachada de la casa de los acomodados protagonistas (los actores Daniel Auteuil y Juliette Binoche están brillantes). Quién las hace, y sobre todo por qué es lo que preocupará desde el primer momento al periodista que interpreta Auteuil. Y más después de que a las vacías imágenes se le añadan inquietantes, desconcertantes dibujos.

Ojo certero

Así, con un tratamiento casi documental y con el ojo certero con que ya analizó esos mismos estamentos sociales (burgueses acomodados, profesionales liberales) de la mayor parte de sus películas anteriores, Haneke va tirando de un hilo que es, a la vez, real y metafórico, puesto que si bien por un lado estamos ante una impecable, e implacable, peripecia de reconstrucción casi criminal, en el fondo su resolución nos es hurtada; o más bien dada como de paso. Y eso es porque no resulta para nada fundamental: el saber quién o qué precipitó tal o cual asunto es lo de menos.

Lo que más importa a nuestro hombre, y a nosotros, sus hipnotizados, horrorizados espectadores es descubrir que detrás de la pátina socialmente intachable de los personajes se ocultan, carcoma siniestra que taladra la conciencia, hechos que no gusta recordar; culpas, he ahí la palabra clave, sepultadas por años de supuesta honorabilidad. Y culpas que afectan, otro de los temas habituales de Haneke, a acciones contra extranjeros, contra personas que no viven la vida acomodada de los protagonistas.

El filme resulta contundente hasta el dolor, brutal hasta hacer sentir vértigo, Caché es una de esas películas por las que aún se justifica hablar de un cine europeo como el de siempre: es decir, de autor, comprometido con la realidad, valiente hasta sus últimas, siniestras consecuencias.

Daniel Auteuil y Juliette Binoche, en Caché.
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