Tribuna:

Ernest Lluch en su último tramo

Ciertas teorías psicológicas y neurológicas afirman que el rendimiento intelectual de los científicos e intelectuales sufre una inevitable inflexión a la baja tras la barrera de los cincuenta o sesenta años, si no antes. Incluso un renombrado economista e historiador como Joseph A. Schumpeter sostuvo que a partir de los 40 años se inicia la pérdida progresiva de la capacidad de auténtica innovación analítica por parte de los economistas. Sea cual fuere la veracidad de tales aseveraciones, cada vez más discutidas -como puede comprobarse en dos sugestivos ensayos de Francisco Mora sobre el ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Ciertas teorías psicológicas y neurológicas afirman que el rendimiento intelectual de los científicos e intelectuales sufre una inevitable inflexión a la baja tras la barrera de los cincuenta o sesenta años, si no antes. Incluso un renombrado economista e historiador como Joseph A. Schumpeter sostuvo que a partir de los 40 años se inicia la pérdida progresiva de la capacidad de auténtica innovación analítica por parte de los economistas. Sea cual fuere la veracidad de tales aseveraciones, cada vez más discutidas -como puede comprobarse en dos sugestivos ensayos de Francisco Mora sobre el continuum y el envejecimiento cerebrales (Alianza: 2002 y 2003)- lo cierto es que todos conocemos excepciones. Excepcional es sin duda el caso de Ernest Lluch, cuya trayectoria intelectual contradice esa ley de los rendimientos intelectuales decrecientes enunciada por Schumpeter, a quien por cierto profesaba alto aprecio.

Diez meses después de cumplir 63 años, Ernest Lluch fue asesinado por un comando de ETA en el garaje de su domicilio barcelonés la noche del 21 de noviembre de 2000, hace ahora poco más de cinco años. Los terroristas le sorprendieron desprevenido, le pillaron con facilidad en la rutina de un día de trabajo. Regresaba de la Facultad de Económicas donde había estado leyendo, escribiendo y atendiendo consultas a lo largo del día. La cartera de mano rebosaba de trabajos en elaboración, material docente, libros y proyectos de futuro. En realidad, le atraparon en uno de sus buenos momentos, en un periodo de fructífera actividad intelectual -y de apacible vida personal- que cabe remontar hasta cinco años antes, hasta 1995 cuando se reincorporó a la Facultad tras dejar el rectorado de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Los tiempos de diputado y ministro de la década anterior quedaban ya lejanos.

La característica más sobresaliente de esos cinco últimos años radica sin duda en el torrente casi desbordante de publicaciones que salieron de su pluma: 2 libros, 7 ediciones, unos 50 ensayos científicos y más de 400 artículos de prensa o de divulgación. Al menos en términos cuantitativos esas cifras no sólo contradicen la ley schumpeteriana de los rendimientos intelectuales decrecientes si no que generan asombro e incitan al análisis interno de los escritos, obviamente no todos de la misma entidad y calidad.

¿Cómo pudo Lluch escribir tanto, y no sólo en sus últimos años? ¿Cómo pudo compaginar la abundancia de publicaciones con tantas actividades políticas, docentes, cívicas, culturales, musicales, deportivas...? Quizá ahí radique el principal enigma de Lluch, cuyo desvelamiento resulta tan imposible intentar ahora como imprescindible abordar en un futuro. Pero esa abundancia creciente de publicaciones conduce también a imaginar la ucronía de lo que pudo ser y no fue, a lamentar la ausencia de lo que podría haber logrado hasta hoy sin la irreversible interposición de los pistoleros etarras.

En el seno de ese último periodo, resulta instructivo concentrar la mirada en el año postrero de Lluch, en sus actividades y realizaciones durante los 10 meses y 21 días que le dejaron vivir del año 2000. Instructivo siempre que no se sacralice como los últimos momentos gloriosos del genio, del héroe o del mártir. Ni genio ni héroe ni mártir, Lluch fue un economista crítico y solvente, un historiador heterodoxo de las ideas y un agudo investigador social; pero también un político destacado, un socialista reformador, un catalanista no nacionalista, un consagrado comunicador y creador de opinión, y en definitiva una persona de larga proyección pública y en plena forma hasta su último tramo de vida.

El reciente libro Darrers escrits de Ernest Lluch (Últimos escritos en su versión castellana), editado por el senador Lluís Maria de Puig, invita a conocer ese tramo final. Se trata de una selección de 47 textos de esos últimos meses precedidos de un sugerente prólogo del editor. Por cierto, tal vez no esté de más indicar que el libro será presentado el próximo miércoles 18 de enero a las 19.00 en el Palacio del Intendente Pineda, sede valenciana de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Un acto público organizado por la Sección Valenciana de la Fundación Ernest Lluch, la UIMP y la editorial Base, en el que intervendrán, además del Lluís Maria de Puig, dos buenos conocedores de Lluch en diferentes circunstancias: Ignacio Jiménez Raneda, catedrático de economía y rector de la Universidad de Alicante y el ex presidente de la Generalitat Joan Lerma i Blasco, actual senador socialista.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Dos argumentos más cabe indicar como invitación a la lectura, a la reflexión y al debate. En primer lugar, Darrers escrits puede constituir para la lectora o el lector una excelente aproximación directa a la figura de Lluch en su último tramo. La selección de textos facilita la tarea y resulta representativa de la amplia variedad de temas que le gustaba tratar a Lluch: economía, historia, política, cultura, sociedad, asuntos cívicos... Y en segundo lugar, en el libro se encuentran ensayos sobre temas de candente actualidad: un conjunto de cinco artículos impresionantes y duros sobre ETA además de otros no menos impresionantes sobre Euskadi, otra serie sobre el nacionalismo español y el catalán, además de escritos sobre inmigración, sobre sus alumnos -ya crecidos- valencianos, y hasta sobre el Barça y la moral cívica. Sin duda que las numerosas ideas de Lluch no son susceptibles de aceptarse o rechazarse en bloque. Ahora bien, al rescatar y reagrupar sus últimos escritos el libro alienta el debate sobre la proyección de tales ideas cinco años después, sobre su utilidad o futilidad para el presente. Y esa proyección puede ser la función principal del volumen, aunque en todo caso sea la lectora o el lector quien tiene la última palabra.

Como hubiera advertido el propio Lluch, quien siempre fue un hombre de las luces, la fórmula válida continúa siendo la del Sapere aude! kantiano. ¡Atrévete a pensar por ti mismo! Sin embargo y por si acaso, Ernest se anticipó a suministrar abundante combustible para que prendieran las luces, para impulsar la reflexión abierta y el debate crítico imprescindibles frente a los oscilantes avances y retrocesos hacia una sociedad más libre, igualitaria y laboriosa. Propósito esencial de sus Darrers escrits y de los anteriores.

Vicent Llombart es catedrático de la Universidad de Valencia.

Archivado En