Reportaje:EL HOMICIDIO DE CORREOS

Sobrecogidos y extrañados

Las familias de los fallecidos se preguntan por las razones que llevaron a Ramírez a disparar a sus compañeros

La impotencia se reflejaba ayer en los rostros de los familiares de las víctimas del tiroteo del martes en el Palacio de Correos. Todos se preguntaban el porqué de una tragedia que ha destrozado sus vidas. El Instituto Anatómico Forense y los tanatorios de Madrid fueron testigos del dolor de los familiares de Juan Pedro Jiménez Ortega y Manuel Montañés Riesco, los vigilantes de seguridad de Correos acribillados a tiros por su ex compañero, Manuel Ramírez Torrecilla.

"Anoche, a las nueve, nos enteramos de lo ocurrido", cuenta una de las tres hermanas de Jiménez en el Tanatorio Sur de Mad...

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La impotencia se reflejaba ayer en los rostros de los familiares de las víctimas del tiroteo del martes en el Palacio de Correos. Todos se preguntaban el porqué de una tragedia que ha destrozado sus vidas. El Instituto Anatómico Forense y los tanatorios de Madrid fueron testigos del dolor de los familiares de Juan Pedro Jiménez Ortega y Manuel Montañés Riesco, los vigilantes de seguridad de Correos acribillados a tiros por su ex compañero, Manuel Ramírez Torrecilla.

"Anoche, a las nueve, nos enteramos de lo ocurrido", cuenta una de las tres hermanas de Jiménez en el Tanatorio Sur de Madrid. "Era una persona normal y muy buena", relata otra mientras intentaba consolar a su madre.

"Se le cruzaron los cables", asegura una amiga de una de las víctimas

La familia está sobrecogida por todo lo ocurrido y no encuentra una explicación razonable a su muerte. "Nunca contó que tuviera problemas en el trabajo. No sabíamos nada", comentó una de las hermanas de Jiménez con lágrimas en los ojos.

Jiménez, de 49 años, había nacido en Úbeda (Jaén), aunque residía en el madrileño barrio de Orcasitas. Estaba casado y tenía un hijo de 25 años y una hija de 29.

Pero la verdadera pasión de Jiménez era su nieto de dos años. "Estaba encantado con el pequeño. Disfrutaba mucho. Era su alegría", afirmó un tío de la viuda al abandonar el Instituto Anatómico Forense, donde practicaron la autopsia al cuerpo de Jiménez.

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"También le gustaba el pueblo de Segovia, de donde era su mujer. Iban a menudo por allí. Era muy campechano, le encantaba el campo y dar largos paseos por el monte", relató en el mismo lugar una compañera de trabajo de su esposa en la Facultad de Medicina. Ambas son empleadas de una compañía de servicios de limpieza.

Jiménez llevaba poco tiempo trabajando en el edificio de Correos donde ocurrió la masacre. Un familiar explica que "antes había tenido un empleo en un cámping".

Mercedes Aguiler, amiga de la viuda, corroboró estas palabras e indicó que "nadie podía tener nada contra Juan Pedro porque llevaba poco tiempo trabajando en Correos. ¿Por qué hizo algo así?". A su juicio, al asesino "se le cruzaron los cables y actuó sin mirar a quién se llevaba por delante".

Los familiares de Manuel Montañés Riesco, el guarda de seguridad que recibió un tiro en el estómago y falleció en el hospital Clínico, se preguntaban ayer incrédulos en el tanatorio de la M-30 cómo le podía haber pasado algo así. "Era una buena persona que no se metía con nadie. Sé que en estas circunstancias se dice lo mismo de todo el mundo, pero esta vez es de verdad", explicó en el tanatorio María del Carmen Ávila, sobrina de su mujer.

Montañés, de 50 años, era hijo único, estaba separado y vivía desde hace 10 años con Petra Ávila. Era padre de tres hijos: Gema, Sonia y Manuel, el más pequeño de los tres con 24 años. Residía en El Molar con Petra y su madre. "Se habían comprado una casa nueva que estaban reformando y que iban a estrenar en primavera. Estaban muy enamorados y tenían muchas ilusiones puestas en el futuro. Se las han cortado todas de golpe sin que nadie sepa la razón. No hay derecho", se lamenta María del Carmen.

"El lunes entró a trabajar a las seis de la tarde, y a las 6.30 le mataron. Además, iba a coger vacaciones el sábado. Realmente fue mala suerte", comentó otro familiar muy abatido.

Montañés vivió hace unos cuatro años en Madrid, en la plaza del Puerto de la Cruz. Allí abrió una empresa de mensajería que posteriormente cerró. Fue entonces cuando comenzó a trabajar como vigilante de seguridad. "Sólo había ejercido esta profesión para la empresa Orma, porque antes no se había dedicado a nada parecido", explicaba ayer una prima.

Este mismo familiar cuenta cómo el lunes siguió por televisión lo que había sucedido en Correos. "Pero no me imaginé que mi primo fuera uno de los fallecidos. Es increíble que de la noche a la mañana pueda suceder una desgracia semejante y tan inútil", añadió.

En el hospital Gregorio Marañón de Madrid permanece en reanimación Inés García Pedregosa, la vigilante herida en la masacre. Ángel, su marido, estaba ayer algo más animado por la evolución favorable de su esposa. Según el último parte médico, Inés "evoluciona favorablemente, aunque sigue grave".

Ángel explicó que tienen dos hijas, a las que pidió que no se las moleste. "Se enterarán por mí de lo ocurrido", añadió. El esposo de la víctima evitó hacer declaraciones sobre el trabajo de Inés. "Eso no lo comento", dijo.

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