Columna

Golpistas

La soflama golpista del general Mena me pilla rematando, sobre el 23-F, unas líneas que publicará la Unió de Periodistes. En ellas recuerdo que esta organización elaboró un informe sobre lo mucho que quedaba (y queda) por averiguar en relación con el golpe. Rememoro también algunas vivencias personales y profesionales de aquellos días y noches en los que uniformados con altas responsabilidades en el Estado Mayor de la III Región simularon y mintieron sobre lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, tras el fracaso del levantamiento contra la incipiente democracia, idénticos personajes plañían por ...

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La soflama golpista del general Mena me pilla rematando, sobre el 23-F, unas líneas que publicará la Unió de Periodistes. En ellas recuerdo que esta organización elaboró un informe sobre lo mucho que quedaba (y queda) por averiguar en relación con el golpe. Rememoro también algunas vivencias personales y profesionales de aquellos días y noches en los que uniformados con altas responsabilidades en el Estado Mayor de la III Región simularon y mintieron sobre lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, tras el fracaso del levantamiento contra la incipiente democracia, idénticos personajes plañían por no haber seguido acumulando galones, y por haber visto congeladas (aunque suave, discretamente) sus carreras profesionales. A los tanques que hollaron el asfalto de Valencia los arrestaron en los cuarteles. Pero la larguísima cohorte de organizadores o consentidores de acción tan bananera, que pudo haber desembocado en tragedia y que tanto marcó el discurrir de la transición política, ni afloró ni purgó su pena: no les sacaron ni los colores.

Pronto habrán pasado 25 años, y me temo que el episodio del 6-E en Sevilla, donde nada menos que el ya destituido cabeza de la Fuerza Terrestre amenazaba con una posible insurrección "basada en la Constitución y en una cuestión de honor", nos ha hecho retroceder décadas en la creencia de que los ejércitos habían completado su proceso de modernización y adaptación democrática. Ignoro cuánta razón tendrá este ex Gran Jefe cuando dice detectar "la inquietud de sus subordinados", porque hace mucho que no me ocupo de tomarle el pulso a los cuartos de banderas. Pero cuanto más tiempo transcurre desde la última intentona, más triste parece que ese latido continúe constituyendo un factor condicionante en la vida civil española. Otro "detalle" preocupante: en 1981, excepto la ultraderecha, todo el mundo dijo que los militares, a sus casernas. En 2006, el PP reacciona justificando al general, y no tardarán sus corifeos en montar otra campaña en los muchos medios de comunicación que dominan. Libertad de expresión, cuántas atrocidades se graznan en tu nombre.

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