Crítica:CRÍTICAS

Explotar el éxito

El pasado año, una peripecia claustrofóbica y de siniestra eficacia, Saw, mostraba cómo hacer una película de terror con pocos medios, muchas ideas de puesta en escena y una considerable falta de escrúpulos a la hora de mostrar el sadismo y el dolor en una pantalla. Su éxito propició la inevitable continuación, con las mismas herramientas con que se forjó la eficacia de la primera entrega: una puesta en escena que privilegia el plano corto y el empleo de una música percutente, un suspense insoportable, un indisimulado sadismo.

Hay algunos cambios, no obstante: en primer lugar, se...

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El pasado año, una peripecia claustrofóbica y de siniestra eficacia, Saw, mostraba cómo hacer una película de terror con pocos medios, muchas ideas de puesta en escena y una considerable falta de escrúpulos a la hora de mostrar el sadismo y el dolor en una pantalla. Su éxito propició la inevitable continuación, con las mismas herramientas con que se forjó la eficacia de la primera entrega: una puesta en escena que privilegia el plano corto y el empleo de una música percutente, un suspense insoportable, un indisimulado sadismo.

Hay algunos cambios, no obstante: en primer lugar, se potencia el cruce de referencias ajenas (la película se diría un perfecto cóctel entre Cube y Seven: de la primera, la situación de partida y un sádico que ha organizado diabólicamente las cosas para que mueran los prisioneros; de la segunda, esa lectura bíblica de la venganza por los pecados cometidos). En segundo, se muestra al gran maestro del juego, ese asesino que responde por Jigsaw y que tendrá un protagonismo importante en esta continuación... aunque sea, lo sabemos de inmediato, un enfermo terminal de cáncer, razón por la cual está más allá de todo freno moral.

SAW 2

Dirección: Darren Lynn Bousman. Intérpretes: Donnie Wahlberg, Shawnee Smith, Tobin Bell, Franky G., Glenn Plummer. Género: terror, EE UU, 2005. Duración: 93 minutos.

Y en fin, a la postre lo que queda es lo de siempre en este tipo de películas: la escoptofilia sádica, la explotación siniestra del placer por ver sufrir al prójimo (aquí también se trata de saber a qué parte de tu cuerpo estás dispuesto a renunciar para salvar el resto); el virtuosismo, un poco de fórmula magistral, con que el director maneja los elementos a su alcance; y la pregunta de para qué se hacen estas películas enclaustradas, malsanas, definitivamente enfermas.

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