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Bolsa

La Bolsa de Valencia celebra en 2005 sus veinticinco primeros años de vida. Al margen de los actos conmemorativos hay que ver de dónde viene y cuáles son su peculiaridades. En primer lugar es de justicia reconocer que muy probablemente no existiría sin el empeño de Joaquín Maldonado Almenar. El papel destacable de este personaje clave en la quehacer económico valenciano, ha sido decisivo en la Cámara de Comercio, en la Sociedad Económica de Amigos del País, en el Colegio de Corredores de Comercio, en el Ateneo Mercantil y por supuesto, en la Bolsa de Valencia.

Muy probablemente la Bolsa...

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La Bolsa de Valencia celebra en 2005 sus veinticinco primeros años de vida. Al margen de los actos conmemorativos hay que ver de dónde viene y cuáles son su peculiaridades. En primer lugar es de justicia reconocer que muy probablemente no existiría sin el empeño de Joaquín Maldonado Almenar. El papel destacable de este personaje clave en la quehacer económico valenciano, ha sido decisivo en la Cámara de Comercio, en la Sociedad Económica de Amigos del País, en el Colegio de Corredores de Comercio, en el Ateneo Mercantil y por supuesto, en la Bolsa de Valencia.

Muy probablemente la Bolsa de Valencia llegó tarde a su creación y consolidación como foro del mercado de valores. Sabemos que vivió su crisis inicial de la mano del desastre colonial de 1898 y a partir de los inicios del apasionante siglo XX valenciano, las gestiones que, constante y obstinadamente, se llevaron a cabo para el reconocimiento de esta prerrogativa para la plaza valenciana, han estado guiadas por un espíritu autonomista. Sin autonomía financiera, la autonomía política es una ilusión. Para encauzar esta ambición se proyectó la corporación financiera valenciana liderada por Emilio Attard en la agitada década de los 70. Madrid no ha sido partidaria de repartir poder por el territorio hispano. Barcelona y Bilbao, en el dominio bursátil, consiguieron de antemano la capacidad para negociar valores. Valencia, en esta competencia, como en otros aspectos, quedó relegada a un insistente voluntarismo protagonizado por los corredores de comercio. La consecución de una Bolsa para Valencia fue la victoria de una fijación política de mayor vuelo que a menudo se frustró. Ese retraso y algunos otros factores han condicionado su futuro como institución financiera con poder y relumbre autónomo.

Los recelos que suscitó desde que se formula la primera solicitud en 1863 y las subsiguientes que se prolongaron a lo largo del siglo XX, hasta el avance que supuso en 1970 la fundación del Bolsín, y su conversión en Bolsa de Valencia, diez años después, nos permiten comprobar que detrás de ese forcejeo financiero, subyacía y persiste un conflicto larvado al que no se le acaba de dar resolución. La gestión y el papel de dotar de consistencia a este proyecto ha recaído en personajes como Joaquín Maldonado Almenar -a quien ya le pilló en la edad del retiro- y cuya labor fue confirmada por su hijo Joaquín Maldonado Chiarri. Y Álvaro Noguera desde la presidencia de la fundación, que dirigió José María del Rivero, junto con Francisco Álvarez, que fue director de la Bolsa e inició su modernización mientras le fue posible, desde la experiencia adquirida en la Bolsa de París y en su propio recorrido profesional. La larga lista de personas que han contribuido a que la Bolsa de Valencia despegue sería interminable. Manuel Broseta Pont, el malogrado político valenciano hizo suya esta reivindicación desde su cometido técnico y académico como catedrático de Derecho Mercantil en la Universitat de València. Fue uno de los logros políticos más perseguidos a lo largo del siglo XX. Viendo su trayectoria en perspectiva se podrían hacer dos interpretaciones: bien se pasó su oportunidad o bien es una baza sin explotar. Es un resorte con capacidad de desarrollo. Todo depende de la voluntad política y de la imaginación de sus impulsores.

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