Bruselas recibe dos versiones cómicas sobre el 'Quijote'

La creación de El Brujo contrasta con la versión del Théâtre Royal

Don Quijote ha llegado a Bruselas en este comienzo de otoño en una doble versión cómica en cuyo haz deslumbra la genial incursión de Rafael Álvarez, El Brujo, mientras el envés lo ocupa la inocente representación concebida por Jean-Claude Idée para el Théâtre Royal du Parc. Dice el adaptador belga que El Quijote es un estereotipo universal paradójicamente poco leído y conocido por los francófonos.

"Nosotros vamos a intentar hacer comprender su auténtica naturaleza, verdaderamente humanista, en vez de proponer una relectura sorprendente hecha por especialistas de vuelta de ...

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Don Quijote ha llegado a Bruselas en este comienzo de otoño en una doble versión cómica en cuyo haz deslumbra la genial incursión de Rafael Álvarez, El Brujo, mientras el envés lo ocupa la inocente representación concebida por Jean-Claude Idée para el Théâtre Royal du Parc. Dice el adaptador belga que El Quijote es un estereotipo universal paradójicamente poco leído y conocido por los francófonos.

"Nosotros vamos a intentar hacer comprender su auténtica naturaleza, verdaderamente humanista, en vez de proponer una relectura sorprendente hecha por especialistas de vuelta de todo", señala Jean-Claude Idée. Sorprendente, profunda, original y aguda es la que hace El Brujo, un talento que no parece que nunca pueda estar de vuelta de nada.

La vis cómica se apodera del Don Quichotte francófono, en una puesta en escena que recoge linealmente los principales episodios de la vida del hidalgo devenido en caballero. Es un desafío llevar a un escenario convencional la descomunal creación cervantina y, con cierta agudeza, los belgas ofrecen un pedagógico muestrario de la aventura quijotesca en el que están todas las que definen el ajetreado peregrinar del Caballero de la Triste Figura.

Rocinante y el Rucio son movidos a pedales por Don Quijote y Sancho, lo que en todo momento mantiene viva en escena una vertiente cómica que se torna excesiva. El público, aburguesado y de edad avanzada, salvo contadas excepciones, agradeció esta representación simple y superficial en el estreno de la temporada del Théâtre Royal.

Mucho más agradeció la colonia española en la capital de Europa la sin par creación con la que El Brujo demostró que Cervantes es un genio para todos los siglos. Rafael Álvarez arrojó luz y contextualización a palabras escritas hace cuatro siglos, con tal fortuna que al concluir la representación el público se resistía a abandonar la sala.

Llegado a Bruselas de la mano de la Embajada española y del Instituto Cervantes, justo al día siguiente del estreno de Don Quichotte, Los misterios del Quijote, descriptivamente subtitulado El ingenioso caballero de la palabra, es un paseo por la primera parte del libro en el que El Brujo da vida, con el monólogo que le es propio, a un Don Quijote al que casi se puede tocar, completamente puesto al día de 2005. Mezclando con el talento de los elegidos la historia del caballero, el diálogo con el público y su propia biografía, El Brujo es unas veces Cervantes, otras Don Quijote, otras cualquiera de los personajes del libro y muchas él mismo, ya sea como lector de periódicos, como alguien que ha atravesado malos momentos o como crítico de todas las baratijas que, al amparo del cuarto centenario, se han arrojado sobre la piel de toro, debidamente engrasadas con subvenciones que también él pone en solfa, mientras ironiza sobre si al hacerlo se estará jugando el pan. El Brujo brilló en Bruselas y demostró que Cervantes y Don Quijote están para la eternidad.

Rafael Álvarez, El Brujo.CLAUDIO ÁLVAREZ
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