OPINIÓN DEL LECTOR

Voracidad recaudatoria

Hace unos días, un familiar, ciudadano cumplidor y ya jubilado, con un impecable historial de tráfico de más de 40 años, recibió una multa, con la correspondiente fotografía.

La infracción, circular a 80 kilómetros por hora en un lugar donde la velocidad máxima permitida es de 50, y el importe de la multa, 240 euros, la cuarta parte del salario mensual de mucha gente que yo conozco.

Invito a la reflexión y a poner en una balanza, por un lado el contexto en que se producen los hechos: la entrada a Barcelona por la Meridiana, a unos cientos de metros del final de la autopista, cuat...

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Hace unos días, un familiar, ciudadano cumplidor y ya jubilado, con un impecable historial de tráfico de más de 40 años, recibió una multa, con la correspondiente fotografía.

La infracción, circular a 80 kilómetros por hora en un lugar donde la velocidad máxima permitida es de 50, y el importe de la multa, 240 euros, la cuarta parte del salario mensual de mucha gente que yo conozco.

Invito a la reflexión y a poner en una balanza, por un lado el contexto en que se producen los hechos: la entrada a Barcelona por la Meridiana, a unos cientos de metros del final de la autopista, cuatro carriles, visibilidad perfecta, pavimento en óptimas condiciones, y como contrapeso, los 240 euros de sanción y el calado de esa cantidad en la economía personal del infractor. Que cada cual saque sus conclusiones. A mí me parece un abuso.

Estoy de acuerdo en lo que argumentan los puristas de que "la ley es dura, pero es la ley", si no fuera por el tremendo tufo a voracidad recaudatoria que desprende todo lo relativo a sanciones de tráfico, especialmente las que caen de pleno bajo potestad municipal y autonómica, y que se traduce en acciones que rozan el absurdo: infracciones por estacionamiento indebido en lugares en los que el supuesto infractor jamás ha estado o agentes que multan vehículos mal estacionados, a la una de la madrugada en pleno agosto, en calles por las que no circula un alma, por mencionar algunas.

La Administración nos vende la idea de que hay que regular el tráfico y sancionar a todo aquel que, al volante y no cumpliendo las normas, moleste o ponga en peligro la seguridad del resto de los ciudadanos. Son muchas las personas que se sienten depredadas más que protegidas y que circulan con miedo por las vías sembradas de trampas, prestando más atención al velocímetro que al retrovisor o los vehículos que le rodean.

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