Crítica:

Un ancla para la escultura

En los años ochenta, casi a contracorriente de aquella tendencia inducida por algunos críticos que conocemos con la tautológica expresión "pintura-pintura", se presentaron en España una serie de escultores que, animados por lo que se estaba mostrando en Europa, abandonaron los restos de la estatuaria que aún estaban presentes en la escultura abstracta para crear unas obras en las que las formas, los volúmenes, los materiales, las técnicas y los temas se apartaban de manera radical de lo que se estaba haciendo hasta entonces, generando así una expectación y una ilusión de novedosa experimentaci...

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En los años ochenta, casi a contracorriente de aquella tendencia inducida por algunos críticos que conocemos con la tautológica expresión "pintura-pintura", se presentaron en España una serie de escultores que, animados por lo que se estaba mostrando en Europa, abandonaron los restos de la estatuaria que aún estaban presentes en la escultura abstracta para crear unas obras en las que las formas, los volúmenes, los materiales, las técnicas y los temas se apartaban de manera radical de lo que se estaba haciendo hasta entonces, generando así una expectación y una ilusión de novedosa experimentación que no ha tenido la continuidad esperada. Entre aquellos artistas destacaba Ángeles Marco (Valencia, 1947), que realizó entonces tres inolvidables exposiciones en la galería Montenegro, de Madrid. Ahora, después de una temporada de relativo silencio, reaparece en Segovia con una muestra que mantiene el interés de sus antiguas obras.

ÁNGELES MARCO

Galería Claustro

Santa Isabel, 3. Segovia

Hasta el 16 de octubre

Se trata de construcciones

de acero que enraízan con la tradición constructivista y que remedan una cierta funcionalidad. El diálogo paradójico que se aprecia en la mayoría de estas obras, entre duros y aristados perfiles de acero con otros materiales que, como el caucho negro o el asfalto, poseen cualidades cromáticas afines pero son blandos e incluso fluidos, no conduce a un mero juego retórico entre distintas cualidades matéricas, sino que intenta plantear experiencias conceptuales en las que la percepción visual es puesta en entredicho por el conocimiento del objeto. Lo mismo sucede cuando pone en evidencia fenómenos gravitatorios, colocando estructuras colgadas de una pared o que se ubican en el suelo apoyándose en escasos puntos, así como en una obra en la que de unos trípodes de acero cuelgan péndulos cuya materialidad de caucho parece contradecir el supuesto peso de una masa que, sólida y oscura, se muestra oscilante a la vista.

Todas estas formas y construcciones que presenta ahora Ángeles Marco, realizadas en este año 2005, habían sido vistas ya en anteriores exposiciones. El acto de rehacer estas obras puede entenderse como una nostalgia de aquellos años heroicos en los que la escultura supuso la vanguardia del arte en España, pero tienen, tal vez, otro sentido, el de ser la autoafirmación de unos principios constructivos que la artista se niega a que sean archivados sin más, reclamando sobre ellos nuevamente una atención, ya que están aún vivos. Sin embargo, creo que con estas obras pretende afianzar un punto de anclaje posible frente a la desbandada provocada por una última generación de artistas que presentan descabelladas propuestas, tan ingeniosas como absurdas, con las que han logrado disolver la categoría "escultura" durante la última década.

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