EL NUEVO CURSO POLÍTICO

Rajoy admite que el PP necesita otro proyecto porque "el mundo ha cambiado"

La convención de los populares en febrero intentará dar respuesta a las "nuevas realidades"

El PP se prepara para afrontar grandes cambios en este nuevo curso. Tanto, que su presidente, Mariano Rajoy, en una intervención con la que abría la temporada en Ribadumia (Pontevedra), anunció ayer que la convención del PP prevista para febrero debe servir para elaborar "un nuevo proyecto político" que actualice las líneas básicas de este partido. "El mundo ha cambiado y hay que pensar en lo que puede ocurrir en España en los próximos 20 años", dijo. Este cambio no afectaría a los cargos de la formación, que ya están todos elegidos, sino a la línea política. "Tenemos que trabajar para dar res...

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El PP se prepara para afrontar grandes cambios en este nuevo curso. Tanto, que su presidente, Mariano Rajoy, en una intervención con la que abría la temporada en Ribadumia (Pontevedra), anunció ayer que la convención del PP prevista para febrero debe servir para elaborar "un nuevo proyecto político" que actualice las líneas básicas de este partido. "El mundo ha cambiado y hay que pensar en lo que puede ocurrir en España en los próximos 20 años", dijo. Este cambio no afectaría a los cargos de la formación, que ya están todos elegidos, sino a la línea política. "Tenemos que trabajar para dar respuesta a las inquietudes de la gente, no basta con hacer oposición", insistió Rajoy ante unos 400 cuadros del PP gallego.

El líder popular no hablará con Zapatero ni de sus "desaguisados" ni del Estatuto catalán
"No basta con hacer oposición, hay que presentar alternativas, a corto y medio plazo"
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Mariano Rajoy estaba ayer en su tierra, muy cerca de donde ha pasado las vacaciones, entre su gente, amigos y enemigos íntimos del PP gallego, y se encontró lo suficientemente cómodo en el pazo de Ribadumia como para anunciar un cambio profundo en la línea de su partido: "Tenemos un proyecto político, pero hay que actualizarlo. No basta con hacer oposición, hay que presentar alternativas, a corto plazo y a medio. El mundo ha cambiado, y los partidos tienen que cambiar", sentenció.

Esta declaración de intenciones, con una evidente lectura interna, tendrá una concreción práctica. El PP organiza cada año, cuando no hay congresos, una convención política en enero para tratar los asuntos más importantes de la agenda política y fijar su posición. La de este año se retrasará a febrero, según anunció ayer Rajoy, casi seguramente para que se desarrolle primero el congreso del PP gallego, en el que se librará la pugna abierta por la sucesión de Manuel Fraga.

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Además, será una convención especial. Rajoy y su equipo trabajan ya para que marque un cambio de rumbo. "Servirá para reafirmar principios, adelantar el futuro, para pensar lo que puede ocurrir en España y en el mundo", anunció Rajoy. "El mundo ha cambiado", insistió ante unos cuatro centenares de dirigentes, pero mirando a las cámaras, para llegar a todos los dirigentes de su partido. "Tenemos que hablar de nuestra idea de España, de cómo integrar a los inmigrantes, de la economía en un mundo globalizado. Debemos buscar qué podemos hacer para ser mejores. Debemos hablar del Estado de bienestar, de las políticas de dependencia, porque hoy la gente vive muchos años". En definitiva, lo que el PP tiene que hacer en febrero es "concretar un nuevo proyecto político que actualice el partido a 20 años vista".

Rajoy no quiso hablar del centro político, un debate eterno del PP y que siempre provoca divisiones y suspicacias. De eso ya se había encargado Manuel Fraga, aunque en su caso con referencias explícitas al PP gallego. "Nosotros buscamos el centro de la sociedad. Ya estuvimos en él, pero la sociedad está cambiando y tenemos que volver a buscarlo", dijo el ex presidente de la Xunta.

Tras la intervención de Fraga, Rajoy insistió, ya abiertamente, en la idea de la renovación para "dar respuesta a las nuevas realidades". Lo hizo arropado por un escenario de diseño modernista, el que desde hace sólo dos meses utiliza la dirección nacional de los populares en los actos que celebra fuera de la sede central.

Esta renovación del proyecto no es incompatible, ni mucho menos, con seguir marcando una oposición dura al Gobierno. De hecho, por ahí empezó la intervención del presidente del PP, un ataque sin cuartel al Ejecutivo socialista. El líder de la oposición aún no ha recibido la convocatoria para acudir al palacio de la Moncloa antes de la Conferencia de Presidentes, prevista para el 10 de septiembre, pero sabe que le llegará.

Irá, pero no para hablar de los "desaguisados" que, dice, ha provocado el propio presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, -bautizado ayer como "señor Rodríguez"-. "No quiero ser su coartada", aseguró Rajoy en referencia, sobre todo, a "la broma en la que se ha convertido la reforma del Estatuto catalán". "Tiene que decirme adónde va, qué quiere hacer con España, con la política antiterrorista y con la financiación autonómica", explicó.

Rajoy está convencido de que este verano, y especialmente a cuenta de la polémica catalana, el Gobierno ha demostrado su "enorme debilidad". Y enumeró por qué: "Lo ocurrido en Roquetas, las críticas furibundas al director general de la Guardia Civil, la ausencia de la ministra de Sanidad en plena crisis, la falta de diligencia en los incendios, las peleas entre socialistas, las órdenes a José Blanco para que se calle...". Y casi todo comenzó, según Rajoy, porque Zapatero abrió un debate, el de las reformas territoriales, sin tener claro qué quería. Al presidente, según el líder de la oposición, también se le ha escapado de las manos el problema vasco, porque, con sus decisiones, ha promovido "un estado de sumisión en el País Vasco, ya que ETA está en el Parlamento y decide quién gobierna". "Es su responsabilidad, es él quien invita a una negociación a una banda terrorista". Frente a esto, el PP seguirá ofreciendo acuerdos, pero convencido de que los socialistas siguen prefiriendo a Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) e Izquierda Unida.

Mariano Rajoy, durante su intervención en el pazo de Ribadumia (Pontevedra).EFE