Crítica:

La pregunta por las atrocidades

La exposición se titula Ansias, pero debería titularse atrocidades para mejor anunciar y describir el conjunto de obras que reúne, que evidentemente remite a las atrocidades que un día sí y otro también se cometen contra las mujeres, jóvenes, adultas, ancianas de España. Éste sí que es un asunto constitucional de primer orden porque nos atañe hasta el tuétano, pero en vez de mirarle a la cara y analizarlo como realmente se merece, hemos preferido cerrar los ojos y confiar en la mágica capacidad de exorcismo de la actuación enérgica y todavía más exigente de los legisladores, los jueces ...

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La exposición se titula Ansias, pero debería titularse atrocidades para mejor anunciar y describir el conjunto de obras que reúne, que evidentemente remite a las atrocidades que un día sí y otro también se cometen contra las mujeres, jóvenes, adultas, ancianas de España. Éste sí que es un asunto constitucional de primer orden porque nos atañe hasta el tuétano, pero en vez de mirarle a la cara y analizarlo como realmente se merece, hemos preferido cerrar los ojos y confiar en la mágica capacidad de exorcismo de la actuación enérgica y todavía más exigente de los legisladores, los jueces y la policía. Pero el asesino quema, descuartiza, mata y luego se suicida y nos deja atónitos e impotentes, con nuestras leyes rigurosas demostrando su incapacidad de servir siquiera de advertencia. Y si no lo hace, si le falta el coraje para hacerse justicia con su propia mano, el asesino se entrega mansamente a la policía, para que de hacer justicia se encarguen sólo los jueces.

NATALIA GRANADA

Museo Juan Barjola

Trinidad, 17. Gijón

Hasta el 11 de septiembre

Natalia Granada (Bogotá, 1967) -que lleva años asediando el tema- ha vuelto una vez más sobre el mismo con las piezas que ahora expone en el Museo Barjola de Gijón y que son especialmente atroces como ya dije. Están dispuestas en la antigua capilla del palacio dieciochesco que le sirve al museo y son esculturas que representan a una mujer, de la que no quedan más que los pies y la cabeza; a otra tumefacta, con el sexo expuesto y las piernas en alto, y los restos desmembrados de varias mujeres, atados y colgando de la linterna que remata la cúpula de la antigua capilla.

Desde luego que el conjunto compone una denuncia, pero también un llamado a la reflexión, porque lo cierran unas cuantas urnas de metacrilato adosadas al muro, en cuyo interior vemos cabezas enfrentadas que apasionadamente se besan. Se besan y a la vez se destrozan sin piedad los labios, en una evidente invocación a lo que el erotismo tiene de tanático y por lo tanto de destructivo y... mortal. Los puntos suspensivos que he interpuesto entre lo destructivo y lo mortal son los que de una vez tendríamos que aclarar, aunque tampoco Natalia Granada esta vez lo haya hecho.

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