Crítica:EL ARROZ NUESTRO DE CADA DÍA

Con jengibre: sabores del oriente

Las especias son un mundo aparte: odiadas o amadas hasta la bancarrota han hecho progresar al mundo de una manera sin par y por su virtud las tierras exploradas fueron más cercanas y el comercio floreció entre los hombres.

Es de sobra conocida la necesidad que se impusieron las gentes de nuestro medioevo en que sus platos fuesen aderezados de las más exóticas maneras, y uno ya duda entre la posibilidad de que dicha profusión de sabores se debiese - como es fama- a la necesidad de encubrir los malos olores, consecuencia de la falta de frigoríficos no frost, o es que el lujo y la d...

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Las especias son un mundo aparte: odiadas o amadas hasta la bancarrota han hecho progresar al mundo de una manera sin par y por su virtud las tierras exploradas fueron más cercanas y el comercio floreció entre los hombres.

Es de sobra conocida la necesidad que se impusieron las gentes de nuestro medioevo en que sus platos fuesen aderezados de las más exóticas maneras, y uno ya duda entre la posibilidad de que dicha profusión de sabores se debiese - como es fama- a la necesidad de encubrir los malos olores, consecuencia de la falta de frigoríficos no frost, o es que el lujo y la distinción se habían apoderado de sus vidas y lo mostraban con un paladar sediento de novedades.

A este respecto es ilustrativo el escrito que hace el poeta Jean de Hauteville, viviendo en la corte del rey Philippe Auguste, allá por los años mil cien de nuestra era: "Entre los condimentos, él prefiere los más costosos; porque la despensa es la que proporciona méritos a la mesa y el precio de las comidas las aumenta de sabor. Para encontrar los sazonamientos, para reunir las especias, se explora el universo entero..."

Su sabor picante, acre, lo hacen excitante natural de todos los productos

En esa búsqueda inicialmente se importó la pimienta, la canela o el clavo, pero fue necesario alejarse hasta los confines del Oriente para poder comerciar con el jengibre, al que ya citaba Confucio quinientos años antes de Cristo y que forma parte de la cultura culinaria de aquellas tierras desde tiempo inmemorial.

Recetas dedicadas a la diosa Ishtar en Birmania, donde aderezan con la raíz la langosta que hubiese gustado a Don Philippe, o de forma más humilde, el arroz hervido que forma el menú de todos los días en China, o sin salir del país -en Hunan, la cuna del Gran Timonel- donde se relamen después de degustar unos caracoles al vapor con su jamón serrano y todo, el jengibre todo lo ocupa y a todos enaltece.

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Su sabor picante, acre, lo hacen excitante natural de todos los productos, pero en especial de los pescados, los mariscos y los vegetales, por lo que combina tanto con el sushi japonés como con el arroz de almejas y navajas que proponemos.

Y además podemos beberlo, tanto enlatado -como en el caído en desuso ginger ale- como en personal fabricación: para ello no hay sino que leer a Nostradamus, que nos indicará en preclara fórmula los ritos de su preparación. Y hasta nos indicará su sucedáneo más económico.

Dónde comerlo

Restaurante La Sucursal. IVAM. Guillem de Castro, 118. Valencia. Teléfono: 96 374 66 65

Cómo hacerlo

Arroz cremoso con navajas y jengibre

- INGREDIENTES

Para el fumet de pescado: Aceite, 1 chalota picada, 1 cebolla picada, 90 gramos de champiñones laminados, 1 kilogramo de cabezas y espinas de pescado, 1 vaso de vino blanco, ? puerro.

Para el caldo de navajas:

1 kilogramo de almejas, 1 kilogramo de navajas, 2 litros de fumet, 75 gramos de aceite, 1 ajo.

Para el arroz:

500 gramos de arroz bomba, 2 litros de agua de almejas y navajas, azafrán, 200 gramos de cebolleta, 200 gramos de chipirones, 80 gramos de mantequilla, 150 gramos de vino blanco, ralladura de limón, lamas de jengibre en conserva.

- PREPARACIÓN.

Se hacen sudar los pescados y verduras con el aceite. Se añade el pescado. Se sube el fuego y se rehoga 15 minutos. Se echa el vino. Se echa, segundos después agua y un bouquet garní. Se cuece veinte minutos, se reposa y se cuela. Se sofríe el ajo, se añaden las almejas y se tapan. Cuando empiecen a abrirse se riegan con el fumet. Cuando se abran del todo se corta la cocción. Se cuela. En una cazuela se pocha la cebolleta con la mantequilla. Se añaden los chipirones. Se rehoga un poco y se echa el arroz. Poco después el vino blanco, que debe desaparecer. Se añade el azafrán, las ralladuras de limón y el caldo caliente de las almejas y navajas, poco a poco, mientras lo vaya absorbiendo durante 15 minutos. Como final se incorpora el jengibre picado. Se extiende en una placa fría y se lleva al congelador unos instantes.

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