Editorial:

Irak, en borrador

Más que en el final de una negociación sobre una Constitución democrática, diríase que las fuerzas en presencia -básicamente chiíes, kurdos y suníes, con EE UU tirando de algunos hilos- están en la última fase de un proceso de paz. Y en buena parte, la Constitución en ciernes es eso: un intento de evitar que Irak se rompa y caiga abiertamente en una guerra civil. A diferencia de la semana pasada, cuando la comisión constitucional se dio siete días suplementarios para llegar a un acuerdo, esta vez hay un borrador sobre la mesa. Chiíes y kurdos han cedido entre sí sobre el federalismo, el repart...

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Más que en el final de una negociación sobre una Constitución democrática, diríase que las fuerzas en presencia -básicamente chiíes, kurdos y suníes, con EE UU tirando de algunos hilos- están en la última fase de un proceso de paz. Y en buena parte, la Constitución en ciernes es eso: un intento de evitar que Irak se rompa y caiga abiertamente en una guerra civil. A diferencia de la semana pasada, cuando la comisión constitucional se dio siete días suplementarios para llegar a un acuerdo, esta vez hay un borrador sobre la mesa. Chiíes y kurdos han cedido entre sí sobre el federalismo, el reparto de las riquezas petroleras (por el Estado y las regiones, de acuerdo con la población más que por su origen) o el islam como fuente última de la ley. Pero los suníes, que con Sadam Husein obtuvieron un poder sin proporción a su demografía, siguen resistiéndose. El plazo siguiente expira el jueves. Está por ver qué ocurrirá entonces y después. Todo está abierto, como el propio Irak.

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Los suníes -que nutren la mayor parte de la resistencia en una violencia a la que se suman, con su propia agenda, movimientos terroristas de Al Qaeda o similares, y que prácticamente no participaron en las elecciones- se resisten a aceptar un Estado federal con un poder central mínimo, rechazan la mención en la Constitución a la continuidad de la depuración de los miembros del partido Baaz del anterior régimen y se erigen en defensores del laicismo y de los derechos de la mujer. Cuentan con una llave importante: para derrotar a la Constitución en el referéndum previsto para octubre bastaría que dos tercios de los votantes en 3 de las 18 provincias la rechazaran, y hay cuatro de mayoría suní.

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De aprobarse el proyecto por la Asamblea Nacional, Irak habría dado un paso decisivo hacia la democracia, pero también hacia su debilidad como Estado y hacia la islamización del país, algo que no estaba en los planes iniciales de la Administración de Bush cuando invadió esas tierras. Según el borrador, ninguna ley puede entrar en conflicto con los principios del islam, aunque está por ver cómo se aplicará este precepto en el ya semiindependiente y más laico Kurdistán iraquí. Y resulta preocupante que en estas horas de negociaciones finales no se preste ya atención al retroceso en materia de derechos familiares de la mujer.

Sumido en la violencia y el caos, el país está como su Constitución, en borrador. Un acuerdo, improbable, que incluyera a los suníes es condición indispensable, aunque no suficiente, para intentar que la violencia se reduzca. El desacuerdo no haría sino alimentarla. En todo caso, con este borrador, Irak no se convertirá en ese faro de democracia y modernidad para el resto del mundo árabe y musulmán que Washington proclamaba. Ahora, pese a la "victoria total" que Bush dice perseguir, se conformaría con mucho menos.

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