Crítica:FESTIVAL DE PESARO | 'El barbero de Sevilla' | CULTURA Y ESPECTÁCULOS

Lo brillante y lo leve

De los grandes aciertos del actual Festival de Pesaro uno de ellos es la diversidad escénica y musical con la que se han presentado los tres espectáculos operísticos principales. Esta multiplicidad de enfoques enriquece a Rossini y ensancha las dimensiones estéticas y sensoriales del espectador. El sonido orquestal que encaja más en lo que Alberto Zedda describe, refiriéndose a El barbero de Sevilla, como "aristocrática brillantez y camerística levedad" salió de Daniele Gatti y de la Orquesta del Teatro Comunal de Bolonia. Fue la del maestro italiano una lectura de una ligereza, de una ...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

De los grandes aciertos del actual Festival de Pesaro uno de ellos es la diversidad escénica y musical con la que se han presentado los tres espectáculos operísticos principales. Esta multiplicidad de enfoques enriquece a Rossini y ensancha las dimensiones estéticas y sensoriales del espectador. El sonido orquestal que encaja más en lo que Alberto Zedda describe, refiriéndose a El barbero de Sevilla, como "aristocrática brillantez y camerística levedad" salió de Daniele Gatti y de la Orquesta del Teatro Comunal de Bolonia. Fue la del maestro italiano una lectura de una ligereza, de una precisión y de una capacidad de encantamiento asombrosas. La orquesta, al igual que había hecho unas semanas antes en Aix-en-Provence con esta obra, respondió con virtuosismo y calidad, reflejando una gran compenetración con su director titular. La aristocrática brillantez y camerística levedad citadas tuvieron su momento vocal de oro en el aria Cessa di piú resistere, a cargo del tenor peruano Juan Diego Flórez. No se puede cantar mejor. La naturalidad, la facilidad, ese punto etéreo a la vez que abstracto, la leve corporeidad, encuentran en Flórez un punto milagroso. El público reaccionó como raras veces se presencia en un teatro de ópera, con uno de esos delirios de aclamación y pataleo que, por su intensidad, ponen los pelos de punta. Justo lo contrario había ocurrido en la cavatina Ecco ridente in cielo, al comienzo de la ópera, expuesta con un amaneramiento impropio del para muchos mejor tenor del mundo en la actualidad, y recibida en la sala con un silencio total. La actuación de Flórez pasó por todos los estados, pero esos supremos instantes de belleza en la parte final de la ópera justifican con creces su extraordinario, histórico, magisterio belcantista.

La esperada noche de El barbero anteayer iba, en cualquier caso, de contrastes, y al lado de los momentos excelsos y sus correspondientes reconocimientos apasionados en la sala, hubo espacio también para los abucheos. Se centraron en el equipo escénico. La salida en los saludos finales de Luca Ronconi, Gae Aulenti y Giovanna Buzzi fue correspondida por una bronca monumental. Para un equipo como el de Ronconi, que protagonizó en Pesaro con la recuperación en 1984 de El viaje a Reims uno de los espectáculos más simbólicos de la historia del festival, tiene que ser muy duro este rechazo tan virulento. Sobre todo porque no sonó entonces la flauta por casualidad y los méritos rossinianos de Ronconi y los suyos se extienden aquí también a títulos como Ricciardo e Zoraide o La cenerentola, pongamos por caso. Las caras de Ronconi y Aulenti reflejaban desolación. Pero su concepción del espectáculo no conectó con la sala. Ni creó un ambiente comprensible para la representación, ni siquiera se redimió por un número suficiente de ramalazos aislados geniales. Fue una puesta en escena conceptual sin salida, oscura, pretenciosa, excesiva en la acumulación de objetos que descendían al escenario desde las alturas, fallida en transmitir ligereza desde la verticalidad en la colocación de los personajes, confusa en las intenciones. Y lo más grave: fría, distante.

Un imponente Bruno de Simone reivindicó hasta lo más alto los valores del teatro, de la comicidad y... del rossinismo bufo bien entendido como Don Bartolo. La haendeliana Joyce di Donato se desenvolvió con una pulcritud admirable como Rosina. Infundió simpatía e incluso cierta ternura a su personaje, pero sin llegar a ese estado de arrebato emocional al que nos tiene acostumbrados en sus papeles barrocos. Cumplió Dalibor Jenis como Fígaro y no acabó de romper Natale de Carolis como Don Basilio. Simpática Rossella Bevacqua en el aria de sorbetto Il vecchiotto cerca moglie de Berta. El interés de la representación se fue manteniendo a trompicones. Y es que Rossini es mucho más difícil de lo que parece a primera vista.

Joyce di Donato, Dalibor Jenis y Juan Diego Flórez, durante la representación de El barbero de Sevilla.AMATI BACCIARDI

Archivado En