Crítica:

El placer ganado

Allí donde Francis Bacon retrata a un pope aullador, o la desolladura de un magnate encerrado en una jaula, Bjarne Melgaard crea la imagen de un culo dispuesto a dejarse penetrar por las furias de Esquilo. Y si, al límite del expresionismo, el pintor inglés sitúa a dos hombres en plena batalla sexual, el danés los fotografía anudados en cadenas, preparados para el tánatos real. Allí un mono dibujado con la brillante taquigrafía baconiana, resurgiendo de la trágica banalidad, quizás en un burdel miserable cuyo retrete se traga la vida como un excremento o un vómito; acá el dibujo de un c...

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Allí donde Francis Bacon retrata a un pope aullador, o la desolladura de un magnate encerrado en una jaula, Bjarne Melgaard crea la imagen de un culo dispuesto a dejarse penetrar por las furias de Esquilo. Y si, al límite del expresionismo, el pintor inglés sitúa a dos hombres en plena batalla sexual, el danés los fotografía anudados en cadenas, preparados para el tánatos real. Allí un mono dibujado con la brillante taquigrafía baconiana, resurgiendo de la trágica banalidad, quizás en un burdel miserable cuyo retrete se traga la vida como un excremento o un vómito; acá el dibujo de un chihuahua con aire punk, el juguete de mamá, parece vigilante, con sus grandes ojos abiertos en abanico. Decía el crítico Robert Hughes que nadie puede imitar a Bacon sin parecer estúpido. Pero también aclaraba que ignorarle sería igual de absurdo, para él ningún otro pintor había sabido plantear con claridad despiadada "las tensiones y paradojas que rodean los esfuerzos para ver la figura humana en la era de la fotografía".

BJARNE MELGAARD

Galería Senda

Consell de Cent, 337. Barcelona

Hasta el 15 de septiembre

Bjarne Melgaard, nacido en

Sydney en 1967 (aunque de ascendencia más bien vikinga), parte del descreimiento hacia su propia obra, motivo por el cual su trabajo provoca a primera vista una inclinación a la adhesión. Como Bacon, Melgaard es masoquista, bebedor y proclive a toda suerte de toxicidad. Y aunque toda su imaginería se nutre de la contracultura y el underground californiano, su obra, que se anula y se recobra en formatos tan diversos como el tejido, el cómic, el dibujo, la fotografía, el vídeo, la instalación, remite no sólo al clasicismo baconiano -crucifixiones, toda la estatuaria miguelangelesca, con sus cuerpos fornidos y formidables, las fotografías in motion de Muybridge, o los monos demasiado humanos del Planeta de los Simios-; también, en sus más conocidas telas de gran formato, se puede ver en un muro roído por el sol el mismo fulgor que inspiró la paleta de Munch. Y en las pinturas más figurativas, se intuye un trazo goliardo muy cercano al de Philip Guston.

Con todas estas reminiscencias, resultará mucho más fácil acercarse a su obra, ya que todo en Melgaard es extremo, hasta el punto de que muchas de sus fotografías y pinturas no pasarían la censura institucional. Desde las figuras desnudas dispuestas para el sacrificio sadiano, tan vívidas para la oscuridad usurpadora, hasta las metamorfosis de un perrito de compañía convertido en lobo escupiendo las plumas de su yantar de corral. Y un lema, que podría servir para toda una generación iluminada, de mala sangre, tan rimbaudiana y tan estigmatizada por las religiones: "El placer no se atrapa al vuelo, se gana".

Tal como está el mercado, enrarecido y desorientador, sólo cabe esperar que la obra de Bjarne Melgaard evolucione dentro de los cauces que la valoricen y la alejen de cualquier alharaca sensacionalista.

'ST' (2005), de Bjarne Melgaard.

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