Entrevista:Glenn Lowry

"Si la colección no es buena, el museo perecerá"

El nombre de Glenn Lowry quedará para siempre unido a la mayor ampliación a la que se ha enfrentado el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) en sus 75 años de historia. Tesoros universales de la colección como Las señoritas de Aviñón, de Picasso, o El bañista, de Cezanne, resplandecen desde hace ocho meses en el nuevo, elegante y sereno edificio reformado y diseñado por Yoshio Taniguchi, un arquitecto cuya elección fue impulsada precisamente por Lowry. El director de un museo que tomó la controvertida decisión de apostar por un desconocido para afrontar el reto de la ampliac...

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El nombre de Glenn Lowry quedará para siempre unido a la mayor ampliación a la que se ha enfrentado el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) en sus 75 años de historia. Tesoros universales de la colección como Las señoritas de Aviñón, de Picasso, o El bañista, de Cezanne, resplandecen desde hace ocho meses en el nuevo, elegante y sereno edificio reformado y diseñado por Yoshio Taniguchi, un arquitecto cuya elección fue impulsada precisamente por Lowry. El director de un museo que tomó la controvertida decisión de apostar por un desconocido para afrontar el reto de la ampliación, sonríe ahora con satisfacción a la vista de las cifras: en apenas seis meses el MOMA ha doblado su número de visitantes (1,8 millones) y eso a pesar de que el precio de la entrada se ha disparado hasta los 20 dólares. Los socios del museo han pasado de los 35.000 a más de 100.000 y los críticos, que atacaron la elección de Taniguchi, se han rendido a su propuesta estética y a la visión impulsada por Lowry: preservar el ADN del MOMA a través de un espacio que no le quitara protagonismo a una de las mejores colecciones de arte moderno del planeta.

"El arte contemporáneo cada vez le habla más a la gente. Creo que al contrario de lo que algunos sugieren, no hay crisis"

A sus 51 años, sentado en un despacho atestado de libros y en el que dos inmensos ventanales le permiten observar como al zar de un poderoso reino el movimiento de visitantes del David and Peggy Rockefeller Building y el Abby Aldridge Rockefeller Sculpture Garden del MOMA, Lowry hizo balance de sus 10 años de gestión al frente del museo y del futuro de este templo del arte que alberga 150.000 tesoros artísticos y bibliográficos en sus fondos.

PREGUNTA. El MOMA vuelve a ser moderno. Ésa era la frase promocional con la que se ha inaugurado la nueva sede del museo. Pero ¿qué significa ser moderno en el siglo XXI?

RESPUESTA. La estupenda idea en la que se basa la modernidad es que tiene un final abierto. Tiene que ver con el presente y futuro, no con el pasado. Y desde mi punto de vista el arte moderno es todavía una tradición vibrante, una posibilidad que crece, y creo que estamos viviendo uno de los momentos más modernos de la civilización.

P. Con esta expansión, una de las más significativas en la historia de los museos de arte, también llegan nuevas responsabilidades. ¿Cómo se traducen en la práctica?

R. Para nosotros este edificio es el resultado de una reflexión sobre qué tipo de arquitectura vamos a necesitar en el futuro. Hemos pasado de los 7.400 metros cuadrados de espacio de exhibición hasta los 11.400, creando más galerías en las que exponer un mayor número de obras de nuestra colección de forma más sintética, revelando la complejidad del arte moderno. Hemos ganado sitio para exposiciones temporales y, sobre todo, una de las grandes victorias es que tenemos espacio para que el arte contemporáneo se vea y se disfrute.

P. Acaba de inaugurarse en el MOMA una exposición dedicada a las nuevas adquisiciones del museo y muchos de los artistas por los que han apostado ni siquiera han cumplido los treinta años. ¿No deberían ser las galerías comerciales las que se dedicaran a descubrir a los nuevos talentos?

R. A nosotros no nos preocupa quién descubra a los talentos, lo que nos interesa es encontrar obras de arte singularmente importantes, al margen de la edad. Pero esto no es un fenómeno nuevo. El MOMA comenzó a coleccionar Robert Rauschenberg y Jasper Jones cuando eran veinteañeros. Lo nuevo realmente es que hay un mayor número de artistas que llegan a exponer comercialmente en galerías. Hay más artistas y más galerías. La gente entra en el mundo del arte mucho más deprisa que antes. Es parte del momento presente.

P. ¿Qué criterio sigue el MOMA para comprar arte joven?

R. Intentamos comprar obras que tienen poder, que están buscando un lenguaje... Cuando te comprometes a comprar arte joven también estás apostando por fórmulas que a lo mejor no están completamente desarrolladas y que quizás en el futuro no lleguen a nada, pero es que este museo nació con una idea bien clara: es mejor comprar diez cuadros en los que crees, sabiendo que con el paso del tiempo quizá sólo uno adquirirá valor, que comprar uno solo y darte cuenta de que el tiempo ha pasado y que esa obra es insignificante.

P. Entre sus nuevas adquisiciones, la inmensa mayoría está firmada por artistas occidentales. En un mundo tan globalizado ¿no es limitado seguir mirando fundamentalmente hacia el arte que se hace en Occidente?

R. Nosotros nunca hemos pretendido ser ni seremos un museo de arte enciclopédico. Nuestra colección tiene sus bases en una serie de ideas que cristalizaron en Europa a finales del siglo XIX y que se han reflejado a lo largo de décadas en Estados Unidos, America Latina, Europa y hasta cierto punto Asia, y seguimos buscando las reverberaciones de lo que nació en aquellos momentos. Es muy posible que en China, una de las mayores fuerzas económicas y creativas actuales, se esté haciendo un arte mucho más moderno del que se hace en Occidente, pero no importa porque nosotros no podemos pretender ser representativos de todo. Lo que nos interesa es centrarnos en aquellas obras de arte que de alguna manera están conectadas a nuestra colección. No tendría sentido desarrollar una colección de arte contemporáneo chino a expensas de lo que está ocurriendo en Europa o Estados Unidos. Compramos algunas cosas, pero no podemos abarcarlo todo.

P. Usted impulsó la fusión entre el MOMA y el PS1, uno de los centros de arte contemporáneo más respetados de Nueva York. ¿Considera que los artistas de hoy son comprendidos por el público?

R. Creo que el papel de los artistas nunca ha sido tan importante como ahora. Estamos viviendo tantos cambios en planos tan diferentes como los nacionalismos, la globalización o el terrorismo, que el pensamiento de los artistas al respecto es fundamental porque ellos ofrecen reflexiones directas e inmediatas que otros no son capaces de hacer. Las bienales y las ferias de arte cada vez tienen más visitantes. El arte contemporáneo cada vez le habla más a la gente. Creo que al contrario de lo que algunos sugieren, no hay crisis.

P. Se ha dicho que tras su llegada al MOMA asumió todo el control de los presupuestos y comenzó a dirigir el museo como si se tratara de un negocio. ¿No es peligroso que el arte se gestione con visión empresarial?

R. No tengo ni idea de lo que es un negocio porque no he pasado por ninguna escuela de negocios.

P. Pero usted ha conseguido 858 millones de dólares para ampliar el museo tras el 11-S, en medio de la peor crisis por la que ha atravesado Nueva York y en un tiempo récord. ¿No se necesita saber de negocios para eso?

R. No, sólo ha sido suerte. Nuestro consejo de administradores ha sido muy generoso (50 de ellos han donado al menos cinco millones de dólares), creían en la misión del museo y lo que hemos intentado simplemente es pensar en el MOMA como una idea que precisa de responsabilidad colectiva para llevarse a cabo. Y esa responsabilidad pasa por organizar actividades que necesitan financiación. Tengo consejeros que también me ayudan, así que considero que si estamos teniendo más éxito que antes en dirigir el museo es porque estamos haciendo cosas que podemos pagar.

P. ¿Cómo ve los museos, como una factoría de ideas o como el santuario en el que se bendice el arte?

R. Yo no creo que los museos tengan que bendecir el arte. Las bendiciones son cosas de la religión.

P. Sí, pero un museo como el MOMA es casi como una catedral del arte.

R. No creo que sea el papel que tiene que jugar. Yo veo el MOMA como un laboratorio, un lugar de experimentación, en el que se reconoce que la idea de arte moderno todavía no se ha terminado de desarrollar, y nuestro papel es mirar, ver lo que está ocurriendo y proponer fórmulas para entenderlo, pero sin ser categóricos.

P. En los últimos 25 años ha habido una tendencia a exacerbar la arquitectura de los museos, a impulsar el continente para atraer más público, a potenciar la parte comercial, con tiendas, restaurantes. ¿Cuál es el futuro de los museos?

R. Yo creo que los grandes museos del mundo, el Prado, el Hermitage, la National Gallery, el Metropolitan, comparten el compromiso de mostrar obras de arte extraordinarias que tienen el poder de hablarle directamente a la gente. Por eso los que sobrevivirán en el futuro son aquellos con buenas colecciones. La arquitectura puede contribuir a crear mejores espacios en los que admirarlas, pero si sus colecciones no son buenas el museo perecerá.

Una de las salas de arquitectura y diseño, en el nuevo edificio de Taniguchi para el MOMA.TIMOTHY HURSLEY
Glenn Lowry, director del MOMA de Nueva York.

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