Hariri se perfila como claro vencedor de las elecciones en Líbano

La coalición de suníes y drusos confía en lograr la mayoría absoluta para iniciar las reformas

La euforia electoral se desató ayer en Líbano. Los votantes se volcaron en las urnas en la cuarta y última jornada de los comicios legislativos, en la región norte. Sobre el tapete, el todo o nada: o la oposición antisiria, a cuyo frente se han afianzado el suní Saad Hariri y el druso Walid Yumblatt, se hace con la mayoría absoluta, o la necesidad de pactos ralentizará aún más las reformas políticas pendientes. A medianoche, dirigentes de la lista electoral de Hariri aseguraban que su triunfo era más que sobrado. Su principal rival, el cristiano Suleiman Frangie, no ocultaba su enorme pesimism...

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La euforia electoral se desató ayer en Líbano. Los votantes se volcaron en las urnas en la cuarta y última jornada de los comicios legislativos, en la región norte. Sobre el tapete, el todo o nada: o la oposición antisiria, a cuyo frente se han afianzado el suní Saad Hariri y el druso Walid Yumblatt, se hace con la mayoría absoluta, o la necesidad de pactos ralentizará aún más las reformas políticas pendientes. A medianoche, dirigentes de la lista electoral de Hariri aseguraban que su triunfo era más que sobrado. Su principal rival, el cristiano Suleiman Frangie, no ocultaba su enorme pesimismo.

Los resultados se conocerán esta tarde. Portavoces de la campaña de Hariri confiaban en hacerse con el número de diputados suficiente para alcanzar la mayoría absoluta. Si logra una veintena de los 28 escaños que se eligieron ayer, la coalición de Hariri, Yumblatt y otros aliados cristianos lo habrían conseguido y podrían formar Gobierno. Su optimismo inicial, que apuntaba a los dos tercios de los 128 asientos de la Cámara -los necesarios para promover la destitución del presidente, el prosirio Emile Lahud- se ha evaporado después de la acometida del jefe maronita, Michel Aoun, que se hizo con 21 escaños hace ocho días en la región de Monte Líbano. Las organizaciones chiíes Hezbolá y Amal, siempre fieles a Damasco, suman otros 35 diputados. Si Suleiman Frangie, el señor del norte de Líbano, muy próximo a la estirpe siria de los Asad, suma 10 diputados, la vida parlamentaria promete ser tortuosa. Sobre todo porque sobre la mesa habrá una serie de reformas políticas -que casi todos prometen- para poner fin o mitigar el apabullante sectarismo religioso.

Los libaneses son conscientes de que su país atraviesa, después de la retirada de los militares sirios en abril, una coyuntura muy delicada. Miles de partidarios de todos los candidatos se lanzaron a las calles y colegios electorales en Trípoli. El color naranja, elegido por los fieles a Aoun, el blanco de los seguidores de Frangie, el rojo de Hariri inundaba plazas y avenidas. Las caravanas de vehículos, empapelados con los retratos de los candidatos, marchaban a golpe de bocinazo por las calles de la ciudad y los simpatizantes de los líderes político-tribales ayudaban a votar a ancianas centenarias, repartían agua y se afanaban por ofrecer sus versiones, siempre apasionadas.

En grandes paneles, los principales candidatos aparecían con sus padres, maridos o familiares, todos prominentes dirigentes en su tiempo, a sus espaldas: el ex primer ministro Rafik Hariri, asesinado; el ex presidente Rene Muawad, muerto en atentado con explosivos. Y Tony Frangie, también acribillado.

La presencia militar también fue abrumadora: vehículos blindados y patrullas armadas se apostaban en las esquinas y a las puertas de los colegios electorales. La cadena de televisión libanesa LBC fijó la participación en el 49%, un porcentaje muy elevado para los promedios de Líbano. En Beirut, el 29 de mayo votó el 28%.

Zghorta es el feudo del populoso clan de los Frangie, un pueblo a escasos kilómetros de Trípoli donde los enormes retratos de Suleiman son omnipresentes. Es muy difícil encontrar a alguien que no proclame su adhesión inquebrantable por el cabeza visible de la saga. "He votado a Frangie. Es como nuestro padre. Ha traído infraestructuras y ha hecho obras públicas con su propio dinero. Hasta nos visita en los funerales. ¿Que es aliado de Siria? ¿Quién no lo ha sido? Siria ya se ha retirado y él sigue aquí", comenta Fouad, un joven enérgico a la entrada de un colegio de Trípoli, capital en la que la pugna entre Hariri y Frangie se auguraba muy reñida.

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El comentario de Fouad es tajantemente rechazado por el bloque opositor, que denuncia que las manos del régimen de Bachar el Asad siguen manejando demasiados hilos políticos. Samir Frangie, dirigente del moderado movimiento cristiano Qornet Shehwan y primo de su principal rival, Suleiman, explicaba en Zghorta la trascendencia de la jornada electoral: "El peligro real para los sirios es una alianza cristiano-musulmana, que es la que formó Rafik Hariri. Si vencemos y tenemos mayoría en el Parlamento, podremos aplicar nuestro programa. Primero, expulsar a los sirios. Después, modernizar el Estado, y por último, resolver nuestras relaciones internacionales abordando el desarme de

Hezbolá. Si no ganamos, la crisis continuará y nos plantaremos ante un incierto futuro".

Los enemigos políticos de Hariri -con especial saña, el líder maronita y ex jefe del Ejército Michel Aoun- acusan a Hariri y a sus compañeros de aventura política y de haberse mantenido bajo la bota de Damasco durante los últimos 15 años, además de imputarles compra de votos y "comportamientos corruptos".

Unas compras de votos que, junto a otras irregularidades que no han sido decisivas para el resultado, han sido comprobadas por los observadores de la Unión Europea, según asegura uno de los participantes en la misión de la UE, que ha dispuesto de 120 observadores sobre el terreno. La delegación, encabezada por los eurodiputados españoles Ignacio Salafranca y Carlos Carnero, hará públicas hoy sus recomendaciones sobre la necesidad de reformar los acuerdos constitucionales y la Ley Electoral, los frenos que impiden un sistema político realmente representativo.

Simpatizantes del ex ministro del Interior Suleiman Frangie, tras votar en un colegio en Zghorta, en el norte de Líbano.EFE

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