Oriente sin velo

En contra de lo que muchos piensan, la llamada globalización no es un invento de ahora, ni el fruto del libre comercio imperialista del siglo XIX. La globalización nació con la cultura, o mejor decir culturas, con sus relaciones, divisiones y diferencias, generosas con lo que incluyen y mezquinas con lo que desprecian. Culturas y experiencias históricas híbridas que entretejen sus fronteras, que inventan y fabrican rituales, tradiciones, y que también se aniquilan. ¿Qué es la mezquita de Córdoba sino un paraíso de piedra global, nacido visigodo, luego musulmán y culminado cristiano? El visitan...

En contra de lo que muchos piensan, la llamada globalización no es un invento de ahora, ni el fruto del libre comercio imperialista del siglo XIX. La globalización nació con la cultura, o mejor decir culturas, con sus relaciones, divisiones y diferencias, generosas con lo que incluyen y mezquinas con lo que desprecian. Culturas y experiencias históricas híbridas que entretejen sus fronteras, que inventan y fabrican rituales, tradiciones, y que también se aniquilan. ¿Qué es la mezquita de Córdoba sino un paraíso de piedra global, nacido visigodo, luego musulmán y culminado cristiano? El visitante perspicaz también encontrará en ella elementos decorativos que recuerdan algunas obras de la plástica contemporánea: un Daniel Buren, fruto de su palmeral petrificado, un Juan Muñoz, en un pequeño balcón abandonado...

¿Saben los escolares de hoy que Irak es la sede de la cultura abásida y cuna de la civilización (del mundo), que no podemos quedarnos indiferentes ante el expolio de los grandes monumentos de Sumeria, Babilonia, Nínive y Asiria? En Occidente hemos colocado la identidad por encima del conocimiento de los demás. Y ahora Oriente, al que hemos visto como un espacio exótico o colonizado -fruto de nuestros miedos al "Otro"-, le da la vuelta al espejo. Porque Oriente también se empieza a cuestionar su identidad, al reseguir en su rostro los surcos que la historia occidental ha marcado en su piel. Miramos al Otro a través de nosotros mismos, comprobamos las semejanzas, pero es importante preguntarnos cómo debemos entenderlas.

La exposición del CCCB, Occidente visto desde Oriente, resultará de gran ayuda, no sólo en su nivel más superficial, el museográfico, por la cantidad de objetos y documentos distribuidos en siete grandes apartados que abordan desde las Cruzadas hasta los conflictos bélicos actuales, pasando por el viaje a Occidente de las clases dirigentes desde mediados del XIX y su interés por coleccionar obras de los grandes pintores europeos; también, y en un sentido más profundo, se impone como una clase magistral a cargo de un excelente comparatista, el tunecino Abdelwahab Meddeb, sobre la compleja relación del mundo islámico con Europa, hecha de amor y odio, fascinación e irritación, emulación y rechazo; y cómo ese occidentalismo se puede y debe analizar a partir de las condiciones que conforman la mirada de ese individuo oriental fascinado por la revolución técnica.

Meddeb ha reunido un total de 215 obras, entre manuscritos, miniaturas, mapas, pinturas y fotografías, que se mezclan con testimonios de escritores árabes y los trabajos de nueve artistas contemporáneos -aunque presentados como subsidiarios, pues sirven más como apoyo escenográfico que como expresiones individuales-. Hay verdaderas joyas, como los mapas de la geografía europea del estudioso árabe Al Drîsî (siglo XII); las miniaturas cristianas hechas por pintores musulmanes, o la iconografía religiosa del islam inspirada en los relatos bíblicos y escritos rabínicos. Y una última lección, a modo de esperanzador epílogo, que Meddeb resume en esta frase: "Mujeres, entre Oriente y Occidente, separadas por el velo o desveladas (...) recluidas o liberadas, que sienten a veces contra la Ley el deseo de lo extranjero... ellas son, también en el islam, el futuro de los hombres, como dice Louis Aragon en Le Fou d'Elsa, el poema situado en la Granada árabe la víspera de su caída".