"¡Si estamos a cinco kilómetros de María de Molina!"

Madrid

Jaime Martínez vive en la avenida de la Ciudad de Barcelona, en su cruce con la calle del Comercio. A primera hora de la mañana de ayer, aún dormía apaciblemente su última media hora de sueño antes de ir a unas prácticas al campus de la Universidad Politécnica de Vallecas. Su habitación da sobre la avenida. "Suelo dormir con la ventana abierta porque nada me despierta", reconoce, "pero hoy [por ayer] me han despertado hasta cuatro veces consecutivas los cláxones de cientos de coches detenidos en la calzada. Me asomé y el ruido era endiablado", comenta.

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Jaime Martínez vive en la avenida de la Ciudad de Barcelona, en su cruce con la calle del Comercio. A primera hora de la mañana de ayer, aún dormía apaciblemente su última media hora de sueño antes de ir a unas prácticas al campus de la Universidad Politécnica de Vallecas. Su habitación da sobre la avenida. "Suelo dormir con la ventana abierta porque nada me despierta", reconoce, "pero hoy [por ayer] me han despertado hasta cuatro veces consecutivas los cláxones de cientos de coches detenidos en la calzada. Me asomé y el ruido era endiablado", comenta.

Para averiguar lo que sucedía, con la calle atascada por doquier en sentido de subida hacia Atocha, Pablo, el padre de Jaime, recién levantado también, aprovechó para bajar una bolsa de periódicos antiguos a un contenedor cercano y, de paso, preguntar qué sucedía. "La verdad es que me asusté, porque en la esquina entre Ciudad de Barcelona y Comercio, en el arranque mismo de Menéndez Pelayo, estaban apostados dos guardias municipales que dirigían -'mejor, amansaban'-", remarca, "el tráfico". "Aquí sólo suelen venir cuando sucede algo muy grave, como el 11-M, cuando llegaron tras las explosiones".

"Todo parado"

"¿Qué ha pasado?", preguntó Pablo Martínez al policía.

"Se conoce que ha habido un accidente en María de Molina, que ha colapsado el paseo de la Castellana y desde allí hasta aquí está todo así, casi parado", responde el agente.

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"¿Y a qué hora ha sido?", repregunta Pablo a las 9.40.

"A nosotros nos lo han dicho hace un cuarto de hora por la radio", responde amablemente el agente. Pablo se marcha. Cuando cruza, un conductor le pregunta: "¿Qué le ha dicho el agente?".

"Que la cosa viene de María de Molina, donde hubo un alcance".

"¡De María de Molina, Dios mío, si estamos a cinco kilómetros de distancia!", gruñe aferrándose al volante. "¿Ha volcado un camión, verdad?".

"No, no parece; creo que la cosa no tiene mucha importancia", responde Pablo Martínez.

"Jodé que no tiene importancia, ha tenido que ser la caraba, la ca-ra-ba", deletrea.

"En serio, el guardia dice que parece un accidente relativamente pequeño".

"Es que esto no puede ser", comenta el conductor. "¿Se imagina aquí con los Juegos Olímpicos, si un simple accidente lía la que esto está liando?... Llevo desde las 8.15 aquí metido y he avanzado 200 metros en tres cuartos de hora".

Pablo sale de su casa y sube al autobús 37. El carril está fluido. El conductor desconoce a qué obedece el atasco. Tras ser informado por Pablo, un viajero reconoce: "Cualquier percance bloquea Madrid y aquí, ¡venga obras y más obras!".

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