Protestas, incidentes y frustración rojiblanca

Tardó en llenarse el Calderón, pero cuando llegó todo el público se sucedieron los incidentes. El colorido, el ruido y los cánticos los puso primero el Frente Atlético, que dirigió los silbidos, las protestas y las palmadas del resto del estadio desde el atril del fondo sur. Luego, al compás de sus cánticos, se sumó el resto del estadio, unido en un pitido continuo contra Osasuna y el árbitro del encuentro, que pitó más de una falta por minuto -para un total de 52, 23 para el Atlético y 29 contra Osasuna- y mostró 10 tarjetas amarillas - siete a Osasuna y tres al Atlético- en los 93 minutos qu...

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Tardó en llenarse el Calderón, pero cuando llegó todo el público se sucedieron los incidentes. El colorido, el ruido y los cánticos los puso primero el Frente Atlético, que dirigió los silbidos, las protestas y las palmadas del resto del estadio desde el atril del fondo sur. Luego, al compás de sus cánticos, se sumó el resto del estadio, unido en un pitido continuo contra Osasuna y el árbitro del encuentro, que pitó más de una falta por minuto -para un total de 52, 23 para el Atlético y 29 contra Osasuna- y mostró 10 tarjetas amarillas - siete a Osasuna y tres al Atlético- en los 93 minutos que duró el partido.

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El Frente Atlético, sin embargo, no necesitó ninguna excusa para calentar el ambiente: primero relucieron las banderas españolas, luego los banderines rojos y azules y, finalmente, el rojo de la decena de bengalas con las que recibió la salida del Osasuna al campo. Luego, con el partido viviendo sus últimos momentos, se produjo una estampida en el fondo sur, con todo el mundo corriendo hacia los lados para dejar una estampa solitaria, la de dos aficionados enzarzados en una pelea.

No fue el único incidente: durante el partido se sucedió el lanzamiento de botellas de plástico y, cuando el encuentro finalizó, el Osasuna celebró el pase a la primera final de Copa de su historia sobre el césped, con todos los jugadores abrazados y bajo una lluvia de botellas, latas y almohadillas.

Fue el penúltimo episodio de una protesta que había empezado en las gradas, con parte del público girado hacia el palco para protestar por el resultado y pedir la dimisión de Enrique Cerezo, el presidente del Atlético, y de César Ferrando, el entrenador del equipo.

Más tarde, los incidentes se trasladaron a los aledaños del estadio."El Atlético es un sentimiento que se lleva dentro y nadie nos lo va a quitar". A voz en grito, golpeándose el pecho, con la camisa abierta hasta la mitad, un aficionado protestaba por la eliminación del Atlético. No estaba solo: unos 300 aficionados rojiblanos se concentraron en el tramo de la M-30 que transcurre bajo el estadio Vicente Calderón para pedir la renovación de la plantilla, la devolución del dinero gastado en sus entradas y el cese del entrenador.

Coreando consignas en contra de la familia Gil y del traslado al estadio de La Peineta, al grito de "ladrones, ladrones", los aficionados del club rojiblanco cercaron la puerta de acceso al palco, que permaneció cerrada, con las persianas metálicas bajadas y guarnecida por una decena de policías nacionales. Entre coches, con el autobús del Osasuna y varias furgonetas de la policía como telón de fondo, e impulsados por la cerveza y el vino, los seguidores atléticos prosiguieron la protesta hasta que la policía montada a caballo los disolvió.

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