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La Confederación Empresarial Valenciana, desde su fundación el 19 de diciembre de 1977, estrena su quinto presidente. Durante estos casi treinta años, la CEV ha liderado, a su manera, el movimiento empresarial de la Comunidad Valenciana y Cierval es el resultado de un pacto autonómico, de alto alcance, en el que participaron las organizaciones empresariales de las tres provincias: Alicante (Coepa), Castellón (CEC) y Valencia (CEV).

El actual presidente de la CEV es el único de todos ellos que procede de la presidencia de una federación sectorial con amplia base democrática. José Vicente...

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La Confederación Empresarial Valenciana, desde su fundación el 19 de diciembre de 1977, estrena su quinto presidente. Durante estos casi treinta años, la CEV ha liderado, a su manera, el movimiento empresarial de la Comunidad Valenciana y Cierval es el resultado de un pacto autonómico, de alto alcance, en el que participaron las organizaciones empresariales de las tres provincias: Alicante (Coepa), Castellón (CEC) y Valencia (CEV).

El actual presidente de la CEV es el único de todos ellos que procede de la presidencia de una federación sectorial con amplia base democrática. José Vicente González, por su perfil personal, marca distancias con los rasgos biográficos de sus predecesores. No procede de una familia con abolengo en el mundo empresarial ni su elección ha estado auspiciada por ningún círculo de influencia. Es más gestor, técnico y ejecutivo que propietario y abre una nueva etapa en las entidades económico-empresariales valencianas.

En este contexto, la elección de cada uno de los cuatro primeros presidentes de la CEV -Vicente Iborra, Pedro Agramunt, José María Jiménez de la Iglesia y Rafael Ferrando- responde a unas circunstancias que influyeron en el balance general de sus gestiones. Es cierto que la evolución de la CEV no ha sido fácil por los diferentes condicionantes que han rodeado su historia. Nació tensionada y en un clima de malestar empresarial, por la crisis económica, por la efervescencia social y en un panorama de inestabilidad política que tardó en despejarse.

El fin de una dictadura, la transición sin ruptura, la irrupción de los partidos políticos, la convivencia entre sindicatos y patronales, la eclosión del mapa autonómico, el impacto de un golpe de Estado, la pesadilla del terrorismo, la inauguración de un gobierno socialista, la impericia de los políticos, la entrada en la Comunidad Europea y la normalización de las relaciones internacionales, fueron señalando factores de inquietud y la apasionante oportunidad de ver cómo la sociedad española y valenciana alcanzaban la madurez cívica.

En esta primavera de 2005 el marco de actuación es diferente, aunque sigue suponiendo la continuidad en el proceso de normalización política y económica. Estos dos factores de la sociedad se relacionan directamente, hasta el punto de que se genera una dependencia entre ellos. Los políticos acostumbran a apoyarse en los resultados económicos y laborales para su gestión de gobierno. Los empresarios y otros agentes económicos responsabilizan a las decisiones políticas de sus avatares. Políticos y empresarios pugnan en última instancia por parcelas de poder. Por tanto, están condenados a ir de la mano y a mejorar su nivel de entendimiento. Esto no quiere decir que tenga que hablarse de sometimiento y dependencia. Las empresas son fundamentales e insustituibles para crear riqueza y puestos de trabajo. La solución consiste en respetar la esfera de lo público y la esfera de lo privado sin ingerencias, pero con la necesaria coordinación para que el país funcione y progrese. Hay realidades que van más allá de la actualidad, tanto política como empresarial.

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