Reportaje:

El primer rostro de la animación

Anima rinde hoy homenaje a Juan Bautista Berasategi, pionero del cine vasco de dibujos

Hay un nombre que Juan Bautista Berasategi (Pasai Donibane, 1951) nunca olvida mencionar cuando habla de su trayectoria en el cine de animación: el del comerciante Eugenio Arieta, el único que no le trató hace treinta años como a un joven empeñado en lo imposible. "Le debo dos cosas. Por una parte el apoyo económico, pero, sobre todo, que creyese en que hacer animación en Euskadi era posible", señala. Con su ayuda realizó Fernando Amezketarra, su primer corto, después convertido en serie, y ya no paró. Por eso, en Berasategi, dibujante antes que director y productor, puede condensarse t...

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Hay un nombre que Juan Bautista Berasategi (Pasai Donibane, 1951) nunca olvida mencionar cuando habla de su trayectoria en el cine de animación: el del comerciante Eugenio Arieta, el único que no le trató hace treinta años como a un joven empeñado en lo imposible. "Le debo dos cosas. Por una parte el apoyo económico, pero, sobre todo, que creyese en que hacer animación en Euskadi era posible", señala. Con su ayuda realizó Fernando Amezketarra, su primer corto, después convertido en serie, y ya no paró. Por eso, en Berasategi, dibujante antes que director y productor, puede condensarse toda la historia del cine de animación del País Vasco. También por eso Anima, el Festival Internacional de Animación de Basauri, le tributa hoy un homenaje y proyecta tres de sus películas en el Sozial Antzokia de la localidad: El embrujo del Sur, Alhambrako printzea y Kalabaza tripontzia.

"Ya sé que es más barato, pero no me interesa la estética de la animación en tres dimensiones"

Berasategi se estrenó precisamente con esta película en el largometraje de animación en 1977. "Lo importante no es que sea el primero", apunta, "sino que marca la frontera entre lo posible y lo imposible. Había que demostrar a las instituciones que se podía hacer y lo hicimos". Hoy ya nadie responde a los directores vascos que la animación es un territorio reservado a grandes industrias como la estadounidense. Tras años de aprendizaje, después de décadas trabajando para otros -los animadores vascos han realizado y realizan capítulos de series inglesas, francesas, italianas,...- materializan sus propios proyectos con éxito. Realizan una media de dos películas al año y en las últimas ediciones de los Goya siempre ha habido alguna nominada o premiada.

Dice Berasategi, ahora inmerso en el proyecto de llevar al cine las aventuras de los payasos Txirri, Mirri y Txiribiton desde Lotura Films, que hay dos razones que lo explican. "Cuando nosotros empezamos a hacer largos hay un receso en el resto del Estado. Los madrileños ceden terreno, mientras los catalanes se centran en las series para televisión", explica. "Además, nuestras películas tienen contenidos diferentes. La última que se hizo en Madrid es Los reyes magos. En nuestro cine no concurren esos tópicos, nuestro cine tiene más que ver con valores como la ecología, el medioambiente o la tolerancia entre religiones. Es en lo que tenemos que incidir para competir también con las producciones americanas. Nuestra apuesta no puede estar nunca en los alardes tecnológicos".

Berasategi, presidente de la Asociación de Productores vascos (IBAIA), advierte de que la animación vasca no puede dormirse en los laureles, debe esmerarse, cuidar más la preproducción y afianzar los canales de venta, distribución y financiación. "Últimamente comunidades como Galicia han irrumpido en la animación con proyectos presupuestados en cinco millones de euros y los nuestros rondan el millón y medio", lo mismo que cuestan cinco minutos de Nemo. ¿No hay una apuesta seria del Gobierno vasco? "Entiendo que el lío político de este país impide a veces aprobar presupuestos, pero ya no hay excusa. Acabamos de firmar un buen acuerdo con ETB y el Ejecutivo tiene que ponerse a la altura. Hoy su dotación para la producción está en 1,2 millones de euros", responde.

Berasategi, varias veces nominado a los Goya, llegó al cine desde el dibujo y nunca lo ha dejado. También se ha sumado al carro de la animación en tres dimensiones para los decorados, pero sigue dando vida a sus personajes con lápiz y papel. "Es más barata, pero no me interesa la estética del 3-D", se justifica. E ironiza: "Veo a mis antiguos compañeros en el camino de la tecnología. Y me digo: ¡Me quedaré solo!, pero seré el único y os ganaré, porque seré, una vez más, un referente. Ahora, por cabezón".

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