Columna

Bananerismo monumental

Un ministro francés ha tenido que dimitir por un asunto que su opinión pública ha considerado un escándalo. Ésa me parece la clave del affaire Gaymard: junto a los hechos (haber alquilado con dinero público un piso de 600 metros cuadrados y una renta mensual de 14.000 euros), la reacción social inmediata, la consideración de que esa conducta es inaceptable, incompatible con las reglas del juego y el ejercicio del poder. El asunto ha abierto allí un intenso debate sobre los privilegios de los cargos públicos. En un reciente programa dedicado al tema en la principal cadena pública frances...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Un ministro francés ha tenido que dimitir por un asunto que su opinión pública ha considerado un escándalo. Ésa me parece la clave del affaire Gaymard: junto a los hechos (haber alquilado con dinero público un piso de 600 metros cuadrados y una renta mensual de 14.000 euros), la reacción social inmediata, la consideración de que esa conducta es inaceptable, incompatible con las reglas del juego y el ejercicio del poder. El asunto ha abierto allí un intenso debate sobre los privilegios de los cargos públicos. En un reciente programa dedicado al tema en la principal cadena pública francesa, un periodista sueco recordaba que en su país una ministra había tenido que dimitir por haber usado la tarjeta oficial para pagar unas chocolatinas, y comentaba, de paso, que en Suecia la opinión pública considera a Francia, en eso, una "República bananera". Hice una comparación odiosa en mi cabeza y me estremecí. Si Francia les parece lo dicho, qué pensarán de algunas cosas que pasan en Euskadi.

Me voy a limitar, por afinidad con el tema de entrada, al uso "particular" del dinero público que se hace desde la consejería de Vivienda, entendiendo por particular a beneficio del autobombo y la propaganda. La gestión de Javier Madrazo se parece a una de esas series de televisión que incluyen, grabados a intervalos regulares, los aplausos. Uno de los ejemplos más ilustrativos lo encontramos en su "abordaje" de las víctimas del franquismo. La gestión del asunto no sólo merece un rotundo suspenso, sino que además clarea la finalidad auto-promocional que el dossier tenía para el consejero desde el principio. Al masivo y multicolor buzoneo inicial, a la grandilocuencia del primer discurso, les ha seguido la cruda realidad: mucho ruido publicitario, pero pocas nueces presupuestadas, y restrictivas condiciones para una auténtica reparación. Así, llegamos hasta la situación actual que clama al cielo mínimo, básico, de la coherencia democrática, y remite, como diría un sueco, a un bananerismo de antología. Con la indignación del colectivo de afectados por el trato recibido, con centenares de recursos pendientes, con críticas de historiadores reputados y del propio Ararteko, al consejero Madrazo no se le ocurre mejor destino del dinero público que encargar un monumento a las víctimas del franquismo para una plaza de Bilbao. Monumento que, en el contexto citado, no puedo leer sino como cínica monumentación de sí mismo, como inaceptable lavado propagandístico de una mala gestión.

Recordaré también un mensaje, difundido hace algún tiempo en Radio Euskadi, en el que el mismo departamento se presentaba así: "Fiel a su política generosa y solidaria". ¿Tiene derecho un gobernante a llamar generosidad a la inversión de fondos públicos?, ¿a presentar como virtud solidaria lo que es obligación elemental o condición definitoria de la función que ocupa? No sólo no lo creo, sino que lo considero escandalosa propaganda, es decir, destino intolerable (intolerado en los países de nuestro entorno, y a los ejemplos iniciales me remito) del dinero de todos.

Concluyo con una de las últimas campañas de la consejería de Vivienda, la titulada Poder vivir (representa a una pareja de jóvenes sonrientes, metidos en un bañera espumosa, en plena calle). Esta campaña son los aplausos grabados, y pagados por todos, del programa de Javier Madrazo. En ella se nos dice que el objetivo de ese departamento es "ayudar a la sociedad vasca" (¿qué noción del poder o de sí mismo tiene quien llama "ayuda" a una tarea de gobierno?); se presentan como logros de gestión lo que tendrían que ser cuentas; se publicita eufóricamente un balance que a mí, en cambio, me parece más bien triste: 9.000 viviendas sorteadas cuando sólo en Etxebide persisten 69.000 solicitudes de VOP. Dos mil pisos "movilizados" cuando sólo en San Sebastián permanecen vacías más de 20.000 viviendas. De esa campaña -que considero otro ejemplo de abuso propagandístico, de bananerismo monumental sólo me gusta el título, ideal para darle la vuelta, porque es obvio que no trata de "poder vivir", sino de "vivir de poder".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En