CRÓNICAS DEL SITIO

Reciclándonos

Mi última crónica apareció publicada al día siguiente del pleno del Congreso, aunque estaba redactada antes. Los profesionales del periodismo están acostumbrados a escribir "ayer" acerca de lo que sucede hoy. Está claro que no es mi caso. Me reprochó una amiga que lo del Congreso no fue "política-basura" Y tenía razón. Cuando me leí en el metro, pensé: ¿Quién será la impresentable que llama basura a lo de ayer? Pues yo misma.

La verdad es que seguí casi todos los discursos de la víspera y no salía de mi asombro. Ver a los diputados tan formales escuchando sin abuchear al orador, sin pat...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

Mi última crónica apareció publicada al día siguiente del pleno del Congreso, aunque estaba redactada antes. Los profesionales del periodismo están acostumbrados a escribir "ayer" acerca de lo que sucede hoy. Está claro que no es mi caso. Me reprochó una amiga que lo del Congreso no fue "política-basura" Y tenía razón. Cuando me leí en el metro, pensé: ¿Quién será la impresentable que llama basura a lo de ayer? Pues yo misma.

La verdad es que seguí casi todos los discursos de la víspera y no salía de mi asombro. Ver a los diputados tan formales escuchando sin abuchear al orador, sin patear o sin hacer otros ruidos, es el sueño de una profesora. Y los oradores decían cosas que se entendían sin necesidad de dejar colgado el cerebro en el ropero. Seguro que algún espíritu de los que habitan ese edificio atravesó media pared para escucharles. Porque hubo tiempos en que los políticos hablaban muy bien. Mi madre, por ejemplo, aprendió taquigrafía con aquellos discursos. Poco antes, por cierto, de que cambiasen las palabras por balas. Con lo del martes pasado se podrían impartir varias clases de convivencia cívica y de usos democráticos.

Invadida de buenismo y de buen rollito, me pareció que, en su primera intervención, el lehendakari se mostró convencido de la intrínseca bondad de la iniciativa de nuevo Estatuto aprobada por el Parlamento vasco. No pudo dudarse de que la propuesta fue atentamente escuchada por quienes argumentaron en contra de la toma en consideración del plan Ibarretxe. Y es también seguro que el lehendakari hubo de entender los motivos de oposición esgrimidos por los portavoces de una apabullante mayoría de los diputados, incluida la mayor parte de quienes allí representaban a la ciudadanía del País Vasco.

Unos momentos antes de concluir el debate, el político Ibarretxe había abandonado la tremenda soledad del escaño que ocupaba para dirigir a sus interlocutores un cortante desafío: el camino que he emprendido no tiene retorno, así que no serán sus argumentos ni sus votaciones quienes me detengan. Ya sólo le faltaba concluir con un debéis saber que sólo la Historia habrá de juzgarme.

Pensé que se iba a armar la marimorena en el hemiciclo. El orador, probablemente, esperaba una respuesta de estruendo a su estridente colofón. Pero nadie levantó la voz. Se limitaron a escucharle y luego se dispusieron a votar. Eran muchos más quienes decidieron que la propuesta presentada no cumplía con los requisitos políticos necesarios para proseguir su tramitación ante la Cámara. Muchos vascos, entre quienes me incluyo, celebramos este resultado. Y yo, más en concreto, brindé por que en la siguiente ocasión el lehendakari de turno no vuelva a intentar hacer tabla rasa del principio de ciudadanía en igualdad ante la ley.

Resumen. En lo más oscuro amanece. Esta vez, al menos, he podido vislumbrar una humilde esperanza.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En