Columna

El gigante transformista

Casi centenario, Philip Johnson ha muerto en New Canaan, la finca de Connecticut donde construyó una versión abreviada de su biografía. Introductor de la arquitectura moderna en Estados Unidos durante los años treinta, defensor de un clasicismo depurado durante los sesenta, campeón de la posmodernidad en los ochenta y promotor de la deconstrucción en los noventa, de todas estas etapas quedaron huellas en el parque-museo que ha legado al National Trust para que se abra al público tras su desaparición. Su periodo moderno, que le llevó a organizar en el Museo de Arte Moderno de Nueva York la míti...

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Casi centenario, Philip Johnson ha muerto en New Canaan, la finca de Connecticut donde construyó una versión abreviada de su biografía. Introductor de la arquitectura moderna en Estados Unidos durante los años treinta, defensor de un clasicismo depurado durante los sesenta, campeón de la posmodernidad en los ochenta y promotor de la deconstrucción en los noventa, de todas estas etapas quedaron huellas en el parque-museo que ha legado al National Trust para que se abra al público tras su desaparición. Su periodo moderno, que le llevó a organizar en el Museo de Arte Moderno de Nueva York la mítica exposición de 1932 sobre el Estilo Internacional, cristalizó en la Glass House de 1949, una casa enteramente de vidrio influida por su admirado Mies van der Rohe; la fase clasicista, que dejó obras como el teatro del Lincoln Center de 1960-1964, se reflejó en New Canaan como una pequeña folie sobre el estanque, el pabellón de 1962; la etapa posmoderna, que se inició con su aparición en la portada de Time en 1979 sosteniendo una maqueta de su rascacielos Chippendale para AT&T, dejó en la finca una construcción historicista y fragmentada, la biblioteca-estudio de 1980; y su entusiasmo final por el deconstructivismo -como lo llamaba para asociarlo a la vanguardia rusa-, que levantó en Madrid las torres KIO de 1991-95, se expresaría en el recinto con su última pieza allí, la Gatehouse de 1995, un volumen de agudas aristas y vivos colores al que apodaba "el monstruo", y que solía palmotear como si fuese un animal de compañía.

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Historiador y árbitro del gusto desde su dirección del Departamento de Arquitectura del MOMA -donde construyó el famoso jardín de esculturas que puede volver a visitarse tras la remodelación del museo-, Johnson fue a la vez arquitecto, crítico y mecenas. Permanentemente mudable, exasperante y generoso, su figura legendaria transformó la arquitectura norteamericana. En su legado se contarán edificios admirables como los prismas exactos de Pennzoil Place en Houston o la espectacularidad luminosa de la Catedral de Cristal que realizó cerca de Los Ángeles, pero también quedarán libros tan resistentes a la usura del tiempo como el que dedicó a su amigo Mies, con quien colaboró también en el edificio Seagram de Nueva York. Durante sus últimos años hizo pública su homosexualidad y pidió disculpas por sus veleidades nazis de juventud, dos rasgos más que perfilan la imagen poliédrica de este gigante transformista.

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