Reportaje:SIGNOS

Chispazos de belleza y asombro

El escritor Carlos Edmundo de Ory presenta una nueva entrega de sus 'Aerolitos'

Carlos Edmundo de Ory (Cádiz, 1923) nunca se ha prodigado en entrevistas y actos públicos. Tocado con una fascinante aureola de iluminado y maldito, en los últimos años, sin embargo, ha ido cediendo a las presiones de sus amigos para abandonar de tanto en tanto su refugio en la localidad francesa de Thezy-Glimont, muy cerca de Amiens. El mes próximo, los incondicionales de Ory tendrán la oportunidad de verlo en Córdoba, del día 9 al 12, donde recibirá el premio Luis de Góngora; en el Ateneo de Madrid, el 15, con motivo de la presentación de una nueva remesa de sus Aerolitos recién edita...

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Carlos Edmundo de Ory (Cádiz, 1923) nunca se ha prodigado en entrevistas y actos públicos. Tocado con una fascinante aureola de iluminado y maldito, en los últimos años, sin embargo, ha ido cediendo a las presiones de sus amigos para abandonar de tanto en tanto su refugio en la localidad francesa de Thezy-Glimont, muy cerca de Amiens. El mes próximo, los incondicionales de Ory tendrán la oportunidad de verlo en Córdoba, del día 9 al 12, donde recibirá el premio Luis de Góngora; en el Ateneo de Madrid, el 15, con motivo de la presentación de una nueva remesa de sus Aerolitos recién editada por Calambur; y el 16 en Cádiz, donde será nombrado Hijo Predilecto de la ciudad.

Hace exactamente 20 años, Ory publicó la primera entrega de Aerolitos en el sello El Observatorio, y diez más tarde sus Nuevos Aerolitos en Libertarias. Confundidos a menudo con la greguería o el dietario, los aerolitos son para el poeta chispazos minuciosamente recolectados, grageas de belleza y asombro altamente concentrados. Él mismo define sus brevedades con estas referencias: "Nietzsche los llama: sentencias y dardos / Novalis los llama: polen / Baudelaire los llama: cohetes / Joubert: pensamientos, Cioran: pensamientos extrangulados, y André Siniaski: pensamientos repentinos / Rozanov: hojas caídas, y René Char: hojas de Hypnos / Malcolm de Chazal: sentido-plástico, y Louis Scutenaire: inscripciones /Antonio Porchia los llama: voces, y yo aerolitos".

Nunca ha sido fácil proponer entrevistas a Ory, mucho más si su casa francesa se encuentra de obras y los obreros taladran el silencio en el que sigue escribiendo con la misma magia y lucidez que dos, tres o cuatro décadas atrás. Los periodistas le incomodan sobremanera, y el ejercicio de hablar de sí mismo le resulta irritante: "Ory no me interesa mucho. Lo tengo todos los días delante de mí, me lo encuentro en el espejo, me acuesto con él. Pregúntame por Kafka, por los escritores que amo. O pregunta directamente a mis libros. Pero el yo, insisto, no me interesa", sentencia el poeta.

Microuniverso

En la chistera de estos nuevos Aerolitos, prácticamente inéditos salvo los que han ido apareciendo con cuentagotas en publicaciones como Caleta o RevistAtlántica, el lector encontrará muchas de las claves que definen el peculiar microuniverso del autor gaditano: la búsqueda de coincidencias ("Un águila volando, portadora de una tortuga, la dejó caer sobre la cabeza de Esquilo y lo mató / Un pedazo de madera cayó sobre la cabeza de Cyrano de Bergerac y lo mató"), la alusión erudita ("El navegante inglés Walter Raleigh apostó una vez con la reina de Inglaterra, que él podía medir el peso del humo"), la confesión no exenta de sentido lúdico ("Soy un sabelonada"), la ocurrencia aforística ("La luna es una obra maestra", "Uno no sabe que es estrangulado en el cuello de otro"), la anécdota ("¿Cómo murió el músico Ernest Chausson? -aprendiendo a montar en bicicleta chocó contra un muro y se estrelló"), el juego de palabras ("¡Qué horror el honor!") o la invención ("En una biblioteca conventual de España se descubrieron quince tomos acerca de la Nada") son fórmulas recurrentes en el taller aerolítico de Ory, junto a la cita o el disparate poético.

El amor, el mar de Cádiz, el misterio de la existencia, la memoria y su vasto arsenal de lecturas son algunos de sus nutrientes básicos. Aunque quienes le conocen aseguran que para Carlos Edmundo de Ory cada nuevo libro es una criatura que incuba y mima hasta la extenuación, el poeta afirma que sólo quiere que "estén bien editados y sin erratas", pues detesta los errores tipográficos. Y aunque no puede disimular cierta alegría cada vez que entrega a la imprenta y a sus lectores un poemario, no tarda en hacer valer su militancia en la modestia y proclamar su "repugnancia por la vanidad". "Soy un nihilista al que nada de esto ilusiona", dice con su característica sonrisa.

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