Columna

El otro lado

La copia es una variedad del reflejo. Ese disco tan fielmente pirateado que sería imposible distinguirlo del original es una imagen especular. Y quien dice un disco dice un libro, unas gafas de sol, un perfume de Dior, un bolso de Loewe, unos pantalones Levis, unas Adidas... Medio mundo es ya reflejo, más que copia, del otro. Hay gente que prefiere las réplicas a los originales como hay gente a la que le gusta más el otro lado del espejo. Precisamente acabo de tropezar en Internet con una página en la que venden relojes de marca falsos, aunque iguales a los auténticos. Fascina contemplar su pe...

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La copia es una variedad del reflejo. Ese disco tan fielmente pirateado que sería imposible distinguirlo del original es una imagen especular. Y quien dice un disco dice un libro, unas gafas de sol, un perfume de Dior, un bolso de Loewe, unos pantalones Levis, unas Adidas... Medio mundo es ya reflejo, más que copia, del otro. Hay gente que prefiere las réplicas a los originales como hay gente a la que le gusta más el otro lado del espejo. Precisamente acabo de tropezar en Internet con una página en la que venden relojes de marca falsos, aunque iguales a los auténticos. Fascina contemplar su perfección y luego comprobar su precio, que es veinte o treinta veces más barato. La página web es también un reflejo especular de las páginas que emplean las marcas genuinas.

Hasta ahora, el reflejo venía siendo más barato que la imagen verdadera. Pero eso se ha terminado. Una mujer acaba de pagar 50.000 dólares por un gato clonado, es decir, por la fotocopia perfecta de un felino cuyo original podríamos adquirir en una tienda por cuatro duros. Se trata de un suceso histórico, por eso ha salido en el periódico. Al adquirir el duplicado de un gato natural, la compradora ha traspasado el espejo. Y ahí está, en el otro lado de la realidad, junto a los que escriben con bolígrafos Parker ficticios, visten camisas Lacoste copiadas, llevan abrigos Boss de imitación y usan perfumes de Carolina Herrera aparentes. Abres la ventana y ves a media humanidad abandonando este lado de la realidad como una ciudad antes de ser bombardeada. Con excepciones como la del gato, aún se puede huir a un precio razonable.

De aquí a nada, la falsificación se pondrá por las nubes. Estamos asistiendo a los últimos momentos en los que el imitador tiene menos prestigio que el imitado. Los picassos y los modiglianis originales estarán enseguida por los suelos porque todo el mundo querrá tener una copia, un plagio, un clon de los verdaderos. Usted mismo, cuando al afeitarse se mire en el espejo, notará que le gustaría ser el otro. Y cuando abandone el cuarto de baño, su clon lo abandonará también, saldrá al pasillo, ganará la calle (una calle clonada, por supuesto) y vivirá una vida más real que la suya.

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