Cartas al director

'Caso Echevarría'

Durante la última semana ha habido una conmoción en Internet. Ha circulado la ya célebre carta de Ignacio Echevarría. El sábado, EL PAÍS publicaba otra misiva en la que muchos intelectuales y colaboradores expresaban su temor a que el periódico ejerciera la censura. Me parece pertinente. Lo que no he visto es el más mínimo reproche a Echevarría, un crítico atrabiliario que ha juzgado, condenado, vilipendiado o ensalzado libros más allá de sus virtudes. Hace diez años, en un artículo, Antonio Muñoz Molina trató de enfrentarse al gran mandarín de la reseña. ¿Lo recuerdan? En folio y medio...

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Durante la última semana ha habido una conmoción en Internet. Ha circulado la ya célebre carta de Ignacio Echevarría. El sábado, EL PAÍS publicaba otra misiva en la que muchos intelectuales y colaboradores expresaban su temor a que el periódico ejerciera la censura. Me parece pertinente. Lo que no he visto es el más mínimo reproche a Echevarría, un crítico atrabiliario que ha juzgado, condenado, vilipendiado o ensalzado libros más allá de sus virtudes. Hace diez años, en un artículo, Antonio Muñoz Molina trató de enfrentarse al gran mandarín de la reseña. ¿Lo recuerdan? En folio y medio se titulaba aquella pieza memorable.

No acabo de entender tanta solidaridad con Echevarría cuando habiendo leído críticas suyas absolutamente injustas, nadie, salvo excepciones, le ha tosido. Entre los firmantes de la carta dirigida a EL PAÍS hay escritores e intelectuales que aprecio y que sigo y que me han formado. Lo que no esperaba es una reacción tan unánime.

He estado durante años esperando una respuesta inteligente a algunas de esas críticas de Echevarría hechas expeditivamente, En folio y medio. Tal vez la lea cuando mi alma se eleve hasta el hiperuranio platónico. Mientras tanto, los rivales más envidiosos de la prensa carca celebran con ruido las disensiones en EL PAÍS.- Justo Serna. Valencia.

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Quiero expresar, en primer lugar, mi sorpresa por el hecho de que se pueda tratar por extenso el caso Echevarría, como lo llama la Defensora del Lector, sin darme voz alguna ni haber reproducido de ningún modo la carta abierta mandada por mí a Lluís Bassets con fecha del pasado día 9.

En sus declaraciones, el señor Bassets da a entender que soy yo quien ha roto unilateralmente las relaciones con el diario "sin tantear ninguna otra posibilidad". ¿Le parece poco haberle escrito pidiéndole explicaciones, primero, y dejando pasar a continuación más de un mes a la espera de una respuesta que él prometió darme en el plazo de unos días?

Usted mismo admite haber decidido unilateralmente "congelar" su relación con un colaborador de modo indefinido, sin informarle en absoluto de ello. ¿No autoriza esto a hablar de "represalias" contra ese colaborador, a quien se priva de un medio de sustento, aparte de callar su voz?

El señor Bassets (que, increíblemente, no duda en hacer suyas las palabras dichas por mí y que a él le parecen tan ofensivas) alude a una frase que yo acepté suprimir de mi reseña. Y dado que él mismo enjuicia esa frase, creo que los lectores tienen derecho a conocerla. Decía así: "Ocasiones hay en que la indigencia narrativa admite ser tomada por indicio de incompetencia moral. Ésta parece ser una de ellas".

Me pregunto si no hay también ocasiones en que la indigencia periodística admite ser tomada, asimismo, por indicio de incompetencia moral. Ignacio Echevarría. Barcelona.

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