Tribuna:

Señora de negro sobre fondo gris

Cuando Pilar Manjón llegó al Congreso de los Diputados, entre luto en negro y memoria en rojo, el silencio se posicionó sobre esa luz de ceniza y olvido que a veces flota bajo el arco que da a la carrera de San Jerónimo.

Y fue tan sólo cuestión de atravesar el puente... salir por fin de aquí y entrar de lleno en un espacio nuevo de absolutos y verdades, para empezar a distinguir las formas de toda esa dignidad que habita lejos de esta política tan consumida, a veces, de olvido.

"Gracias Presidente, muy buenos días a todos". Y las frases empezaron a golpear con más fuerza que nunc...

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Cuando Pilar Manjón llegó al Congreso de los Diputados, entre luto en negro y memoria en rojo, el silencio se posicionó sobre esa luz de ceniza y olvido que a veces flota bajo el arco que da a la carrera de San Jerónimo.

Y fue tan sólo cuestión de atravesar el puente... salir por fin de aquí y entrar de lleno en un espacio nuevo de absolutos y verdades, para empezar a distinguir las formas de toda esa dignidad que habita lejos de esta política tan consumida, a veces, de olvido.

"Gracias Presidente, muy buenos días a todos". Y las frases empezaron a golpear con más fuerza que nunca, dejando para siempre marcas para el futuro, golpeando por dentro conciencias, parando la sesión, irrumpiendo en un nuevo golpe de efecto democrático, contra las estrategias y las gominas, contra el no mentimos y Zaplana. Y entre tanta expresión de verdad, algunos se quedaron callados escuchando, y no leyendo, la razón por un día y por un rato.

Algunos se quedaron callados escuchando, y no leyendo, la razón por un día y por un rato
Y las frases empezaron a golpear con más fuerza, dejando para siempre marcas para el futuro

Es posible que las marcas de memoria que ha dejado Pilar Manjón, se queden para siempre en las paredes del Congreso de los Diputados. Y no sería malo que se pudieran enseñar a los visitantes, para que las tengan presentes siempre, de la misma manera que se enseñan esas otras que tienen forma de impacto de bala en las paredes y el techo del hemiciclo.

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Pilar Manjón ha cerrado de facto la Comisión de investigación del 11-M. Todo lo que se había dicho hasta ahora y todo lo que se diga después no tendrá, ni de lejos, la fuerza y la legitimidad que tuvo por unas horas, la verdad expresada de forma entrecortada por quien, en aquella mañana de marzo, sufrió la locura y el fanatismo de los asesinos.

Dijo que la Comisión de investigación se había centrado en una dialéctica entre Partidos políticos posicionada sobre la agenda política y no sobre el esclarecimiento de la verdad del 11 de marzo ni sobre el homenaje institucional a las víctimas de aquel día negro.

Dijo que las actas de la propia Comisión de investigación estaban llenas de mentiras y de encubrimientos de las acciones de los responsables gubernamentales de aquel tiempo. Señaló a los medios de comunicación como "traficantes del dolor" de las personas afectadas en aquel atentado por emitir imágenes sin el permiso de los familiares. Y con la mirada mojada pidió que, en el futuro, el tratamiento de las víctimas de la barbarie sea realizado en claves de apoyo práctico y psicológico, respeto y recuerdo.

Mirando a los ojos de los portavoces, dijo que la política había caído en la trampa de la politización de las víctimas del terrorismo, y casi sin querer, sin referirse probablemente a las personas que también han sufrido el terrorismo en Euskadi, estaba dando en una de las claves que son comunes a todos los que han recibido la visita de los asesinos, en cualquier punto de España y bajo diferentes tipos de terrorismo.

La señora de negro, compareció sobre el fondo gris inherente al discurrir de la Comisión de investigación, dejando un mensaje de esperanza que no está al alcance de las capacidades de actuación de una sociedad que no comprende bien, todavía, el significado ético e histórico de las víctimas del terrorismo. Y debería ser responsabilidad de quienes allí escuchaban a Pilar Manjón, articular una propuesta de Estado donde las personas que han sufrido la barbaridad del terrorismo sean la columna vertebral de una nueva cultura democrática asentada sobre la memoria y la esperanza, sobre el reconocimiento público y el respeto político.

Un futuro para este País que defina a quienes sufrieron en primera persona una de nuestras peores enfermedades públicas, como la expresión humana de un tiempo oscuro que no debe volver a repetirse. Un futuro que dé, a estas personas, el turno de palabra para la fijación de una posición común sobre el significado del testimonio y de la esperanza. Un nuevo discurso social que comprenda bien que no existe argumento político válido que justifique las lágrimas de Pilar Manjón y de los miles de afectados por terrorismos de uno y otro signo. Un nuevo discurso social que no permita la entrada de estrategias de Partido en el campo íntimo del dolor por el daño irreparable, que no permita que sobre ellas se opine de agenda política concreta.

Un nuevo anhelo democrático conseguido y cuajado sobre la comprensión de que en el mismo momento en que una bomba explota, la excusa que le hace explotar, se disuelve en la propia sangre que derrama. Que por lo tanto, los argumentos que atacan dejan de ser políticos en ese mismo instante y que las personas que lo sufren, tienen derecho a no ser política.

Más convendría que se les diera un papel de memoria y de esperanza para romper definitivamente con ese fondo de cultura democrática en gris en el que vive este País y en el que compareció Pilar Majón.

Para que ella sea la esencia de la investigación de la Comisión del 11-M, a ésta ya solo le falta recordar a María Zambrano cuando decía que "a la historia de los hechos tendrá que suceder la historia de las esperanzas; la verdadera historia humana".

Eduardo Madina es secretario general de las Juventudes Socialistas de Euskadi

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