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Riazor se queda vacío

De decepción en decepción, Riazor se queda vacío y solitario. En la Liga, la asistencia, antes inquebrantable, ronda ya la mitad del aforo. La tristísima despedida de Europa apenas reunió a 10.000 espectadores, que consolaron a los suyos con cánticos. Hace unos días, hasta el presidente de las peñas enfureció a algunos compañeros al admitir que incluso él no va al estadio.

Un otoño que se barrunta más largo y duro que el atmosférico se ha instalado en el Depor. La situación evoca a la de finales de los 90, en las funestas etapas de Toshack y del fugaz Silva. Entonces, el futuro aún esta...

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De decepción en decepción, Riazor se queda vacío y solitario. En la Liga, la asistencia, antes inquebrantable, ronda ya la mitad del aforo. La tristísima despedida de Europa apenas reunió a 10.000 espectadores, que consolaron a los suyos con cánticos. Hace unos días, hasta el presidente de las peñas enfureció a algunos compañeros al admitir que incluso él no va al estadio.

Un otoño que se barrunta más largo y duro que el atmosférico se ha instalado en el Depor. La situación evoca a la de finales de los 90, en las funestas etapas de Toshack y del fugaz Silva. Entonces, el futuro aún estaba abierto para futbolistas como Fran y Mauro y el club podía permitirse levantar los ánimos peinando el mercado brasileño en busca de perlas como Rivaldo. Ahora, los dos jugadores más grandes en el último decenio están a punto de jubilarse. Y las reservas económicas no dan ni para fichar una medianía.

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Como en toda su larga y exitosa trayectoria, el presidente, Augusto César Lendoiro, está mostrando una gran templanza ante la adversidad. De su serenidad no deben esperarse decisiones drásticas ni virajes poco meditados. Salvo hecatombe, el entrenador, Javier Irureta, agotará su contrato hasta junio. No es previsible tampoco que Lendoiro comprometa la delicada situación económica con algún fichaje temerario para aplacar la avidez de novedades que corroe a la grada. Aunque sean momentos crepusculares, la situación aún dista de ser dramática. Quedan buenos futbolistas y margen para la reacción liguera. Cierto que la depresión general contribuye muy poco al gran proyecto de Lendoiro para reflotar la economía, una ampliación de capital lanzada hace meses con el equipo a las puertas de la final europea.

Con los milagros que ha obrado Lendoiro en los últimos 15 años, sólo desde el peor de los ventajismos se le podrían hacer reproches. Pide, con toda la razón, calma y unidad. Para lograr ese propósito, el club también tiene algún trabajo pendiente. El más inmediato, soldar la fractura sentimental de hace meses por su sórdido enfrentamiento con Fran. Sin una despedida para él y Mauro -probablemente también para Irureta- a la altura de sus inmensos servicios, una parte del alma del deportivismo sí que podría helarse de forma irreversible.

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