Columna

35 líneas

En esta columna caben 35 breves líneas de mi ordenador, unas líneas tan valiosas como el oro por su visibilidad informativa. Ya he derrochado tres diciendo esto, un despilfarro en verdad acongojante si tenemos en cuenta que ni siquiera 1.000 columnas bastarían para nombrar a todas las víctimas, para denunciar todas las injusticias de este mundo convulso. Reporteros Sin Fronteras (RSF) celebra mañana el Día de Apoyo a los Periodistas Encarcelados. Ahora mismo hay 128 entre rejas, de ellos 27 en China y 26 en Cuba. En lo que va de año, han muerto 45 periodistas y 14 colaboradores de medios infor...

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En esta columna caben 35 breves líneas de mi ordenador, unas líneas tan valiosas como el oro por su visibilidad informativa. Ya he derrochado tres diciendo esto, un despilfarro en verdad acongojante si tenemos en cuenta que ni siquiera 1.000 columnas bastarían para nombrar a todas las víctimas, para denunciar todas las injusticias de este mundo convulso. Reporteros Sin Fronteras (RSF) celebra mañana el Día de Apoyo a los Periodistas Encarcelados. Ahora mismo hay 128 entre rejas, de ellos 27 en China y 26 en Cuba. En lo que va de año, han muerto 45 periodistas y 14 colaboradores de medios informativos, y más de 1.450 reporteros han sido detenidos, golpeados, amenazados de muerte o secuestrados. Y con esto ya he consumido 13 líneas.

RSF tiene un sistema de apadrinamiento de periodistas presos, para que los medios hablemos de aquellos que perdieron su libertad por no dejar de hablar. Llevo un año siendo madrina del cubano Raúl Rivero, que continúa en la cárcel, acosado, maltratado y enfermo; y ahora me han propuesto un nuevo puñado de casos desoladores para que escoja. Me quedan 15 líneas y en ellas no hay espacio para tantas vidas rotas. Como la del chino Yang Zili, fundador de un sitio de Internet, detenido en 2001 y condenado a ocho años, al que ni siquiera han permitido volver a ver a su mujer desde que fue apresado. O el iraní Reza Alijaní, redactor jefe de una revista, detenido en junio de 2003 sin que se alegara ningún motivo para ello, y que sigue en prisión sin haber sido juzgado, sin poder ver a su familia y habiendo hablado solamente una vez con su abogado. Entre tanta brutalidad, decido amadrinar a Gao Qinrong, periodista de la agencia oficial de prensa china, un pobre hombre de 48 años, miembro del Partido Comunista, que creía en su sistema y en su país, y que en 1998 hizo un reportaje sobre un proyecto de irrigación en la región de Yuncheng y descubrió que era un fraude y que encubría una trama de corrupción de altos cargos del partido. Indignado, denunció el asunto, creyendo que la verdad triunfaría. Fue detenido y condenado a 13 años de cárcel. Continúa en prisión como todos los demás que no caben en estas pobres líneas y que gritan silenciosamente en la oscuridad.

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