OPINIÓN DEL LECTOR

Escalas

Toda persona aficionada a dar paseos por la montaña tiene más que comprobado que es frecuente tropezarse de manos a boca con perros sueltos, quizá mansos, no lo discuto, pero a veces enormes, que corren a sus anchas sin restricciones.

Con frecuencia el animal, en su carrera, embiste a la gente a galope tendido y la desaloja del camino sin contemplaciones. Da igual el susto que uno pueda llevarse y, por supuesto, da igual el riesgo de caída y lesión que entraña la fuerza bruta del perro, lo exiguo de las veredas y lo irregular del terreno. El atropello ocurre bajo la complacida mirada de...

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Toda persona aficionada a dar paseos por la montaña tiene más que comprobado que es frecuente tropezarse de manos a boca con perros sueltos, quizá mansos, no lo discuto, pero a veces enormes, que corren a sus anchas sin restricciones.

Con frecuencia el animal, en su carrera, embiste a la gente a galope tendido y la desaloja del camino sin contemplaciones. Da igual el susto que uno pueda llevarse y, por supuesto, da igual el riesgo de caída y lesión que entraña la fuerza bruta del perro, lo exiguo de las veredas y lo irregular del terreno. El atropello ocurre bajo la complacida mirada del dueño, que suele ir unos metros más atrás con la correa en la mano, muy sonriente y orgulloso, y que, lejos de disculparse, pone muy mala cara si uno se permite decirle algo, porque estamos en el campo, el animalito tiene derecho a correr, y además "sólo quiere jugar" y "no hace nada"...

Pues sólo faltaba. Seré una rancia, pero me molesta que además de agredirme me perdonen la vida y me acusen de ser yo quien no respeta los derechos ajenos. Los derechos de un animal, quiero decir. No discuto que los perros tengan derecho a correr, pero no me parece de recibo poner su derecho por encima del de las personas. Sobre los niños, yo soy la primera que a veces les diría a algunos padres un par de cosas. Pero creo que entre eso y poner a los niños a la altura de los perros hay un abismo. Literalmente.

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