Columna

Aznar, sí señor

Qué buen muchacho, qué obediente y correcto, habrán dicho algunos norteamericanos, tal vez votantes de George Bush, admiradores de Schwarzenegger y clientes de la armería de Charlon Heston, al oír el sonrojante discurso que el ex presidente Aznar dio el martes en la Universidad de Georgetown. Ahí estaba, en el atril, hecho un brazo de mar, con su inglés de Cantinflas, su cómico gesto de cuidado conmigo y su característico índice acusador, diciendo disparate tras disparate y volviendo a faltarle al respeto de forma escandalosa a 10 millones de votantes de las últimas elecciones y a los 190 muer...

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Qué buen muchacho, qué obediente y correcto, habrán dicho algunos norteamericanos, tal vez votantes de George Bush, admiradores de Schwarzenegger y clientes de la armería de Charlon Heston, al oír el sonrojante discurso que el ex presidente Aznar dio el martes en la Universidad de Georgetown. Ahí estaba, en el atril, hecho un brazo de mar, con su inglés de Cantinflas, su cómico gesto de cuidado conmigo y su característico índice acusador, diciendo disparate tras disparate y volviendo a faltarle al respeto de forma escandalosa a 10 millones de votantes de las últimas elecciones y a los 190 muertos de los atentados del 11 de marzo. La frase es para enmarcarla y luego tirarle unos dardos: "Los terroristas consiguieron una victoria con su atentado en Madrid y la posterior retirada de tropas de Irak, pero fue sólo una victoria parcial. Ahora querrán influir en las de EE UU, directamente o indirectamente, a través de Irak. No les dejemos creer que pueden salirse con la suya".

Y cómo le aplaudían algunos, pensaban qué buen muchacho, qué obediente, qué agradecido, mientras otros se escondían en sus butacas, tapándose la cara con las palmas de las manos y sintiendo cómo ardían en sus mejillas las hogueras de la vergüenza ajena. "La victoria es posible", repitió en varias ocasiones uno de los tres tenores del PP, "si entendemos con qué nos estamos enfrentando", y volvió a levantar el dedo índice, ya saben, ese con el que señalaba, por ejemplo, a los incómodos familiares de las víctimas del Yak 42 y a los periodistas que osaron decir la verdad: que los restos mortales de los militares sacrificados no habían sido correctamente identificados por los forenses, sino que se le habían entregado a sus parientes mezclados de cualquier manera, en vergonzosos ataúdes similares a pequeñas fosas comunes. Pero esa vez Aznar también levantó su índice bíblico y advirtió: "Dejen a los muertos es paz".

"Los terroristas consiguieron una victoria en Madrid", dice Aznar, y sin duda lo que quiere decir son dos cosas: que a Zapatero lo hizo presidente Al Qaeda y que a su delfín Rajoy le hubiese hecho presidente ETA. ¿No es eso? Porque muchas personas tuvimos y seguimos tendiendo la sensación de que lo único que Aznar y los suyos vieron en el atentado que mató a casi doscientas personas en los trenes de la muerte de Madrid fue un problema electoral: hay que conseguir que se crea que ha sido ETA, porque entonces arrasamos; pero como haya sido Al Qaeda, lo tenemos crudo, chicos, van a empezar que si la guerra de Irak, que si la foto de las Azores... Y, rápidamente, Acebes y Zaplana dijeron lo que dijeron. Y rápidamente Ana de Palacio le mandó un fax a todas las embajadas de España en el mundo: aprovechen cualquier ocasión para insistir en que ha sido ETA... O sea que, como Aznar volvió a repetir en Estados Unidos, "no hay terroristas buenos y malos", pero sí hay un terrorismo que te conviene para ganar las elecciones y otro que te puede hacer perderlas.

Da la impresión de que ni el cruzado Aznar comprende las raíces del terrorismo islamista que, según dice, "no reconoce ni respeta fronteras" y "es una ideología cuyas raíces son el odio a la modernidad y a los valores occidentales", ni va a ser nunca capaz de ver en los 190 muertos del Once de Marzo más que una molestia, un contratiempo, qué mala suerte, chicos, si no es por esos trenes nos llevamos las elecciones de calle. Cuando acabó el primer sermón de Georgetown y llegó el turno de preguntas, un estudiante levantó la mano e hizo su pregunta: "¿Por qué apoyó la guerra, si el 90% de los españoles estaban en contra?", y hubo muchos que aplaudieron. Aznar respondió que a nadie le gusta la guerra y que "la mayoría de los españoles también están en contra del terrorismo, porque lo conocen bien". La mayoría, fíjense. No todos, sino la mayoría. ¿Y quiénes son los que no están contra el terrorismo? No serán todos los que no votaron a su partido en las elecciones de marzo, ¿verdad?

Los muertos de Madrid siguen muertos. Los muertos de Bagdad se siguen muriendo cada día. "El frente central de la guerra contra el terrorismo está en Irak", dijo Aznar en Georgetown. Y su amigo Bush jura que, hoy día, en Irak se vive mejor y la gente es más libre. ¿Qué pasó en Madrid el 11 de marzo? No se lo pregunte más a Aznar: él no lo sabe.

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