VUELTA 2004 | Decimoquinta etapa

Tocado por la gracia

Santi Pérez ha conocido más penurias que glorias en su camino al estrellato

A Álvaro Pino le dijeron de todo en Francia hace un par de meses porque no llevó al Tour a Cyril Dessel, un francés que se movía bien en la montaña. "Y en su lugar, va y lleva a Santi Pérez, su capricho, un ciclista que lleva dos años sin hacer nada. Este Pino..." A este Pino, el director del Phonak, le cuadraría perfectamente, como gallego que es, el doble lenguaje, la sibilina maniobra de acudir a la Vuelta hablando por hablar de Hamilton, el doliente que abandonó, y de Sevilla, el manchego que cambió de equipo a mitad de Vuelta, manteniendo mientras tanto como tapado a su querido Santi Pére...

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A Álvaro Pino le dijeron de todo en Francia hace un par de meses porque no llevó al Tour a Cyril Dessel, un francés que se movía bien en la montaña. "Y en su lugar, va y lleva a Santi Pérez, su capricho, un ciclista que lleva dos años sin hacer nada. Este Pino..." A este Pino, el director del Phonak, le cuadraría perfectamente, como gallego que es, el doble lenguaje, la sibilina maniobra de acudir a la Vuelta hablando por hablar de Hamilton, el doliente que abandonó, y de Sevilla, el manchego que cambió de equipo a mitad de Vuelta, manteniendo mientras tanto como tapado a su querido Santi Pérez. "Pero no", dice Pino. "Pero no", dice Pérez. "Nosotros no andamos con engaños", añade Pino. "Y no sabía lo que iba a dar de sí. De hecho, el sábado por la noche, después de su victoria en Granada, me senté con él y le dije: 'mira, Santi, ahora puedes hacer dos cosas, o pensar en el podio o pensar en ganar etapas. Y resulta que puede ir a por todo".

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El sábado por la noche, Santi Pérez, la nueva, fulgurante, aparición de un ciclismo español especializado en proponer nuevas figuras cada Vuelta, apenas durmió. Por los nervios que le llegaban pensando en el día siguiente (ayer), por la emoción que le estremecía recordando sus vivencias del día anterior, de su llegada solitaria a las calles de Granada, de su despojamiento, de su recuerdo a su Vanesa, su novia muerta. "Pero, por la mañana salí a soltarme un poco con Sevilla, me explicó como era la subida de Sierra Nevada, que yo no conocía, y me sentí mucho mejor".

"Sin embargo, ese nerviosismo es extraño", dice José Luis Laguía, que vivió con Pérez una experiencia única en el Giro de Italia de 2002. Laguía era entonces el director del Kelme y Santi Pérez un muchachito de 24 años que acababa de llegar al equipo. En su libreta curricular figuraba una victoria de etapa en la Vuelta a Portugal -victoria espectacular, por otra parte, en la Sierra de la Estrella, recuerdan quienes sufrieron el ataque escalador del asturiano, Mercado y Lastras entre otros-, una buena nota general en el Tour del Romandía, un mes antes, y poco más. Pérez era un desconocido que había llegado tarde al ciclismo -hasta los 17 años jugó al hockey patines en el Cafés Areces de Grado- y que falto de contactos -pese al apasionamiento con que su paisano Cima, ex ciclista del Kas, describía sus capacidades a todos los directores- se había visto obligado a emigrar con lo puesto al Barbot, un equipo portugués de los de a 50.000 al mes y 10 pagas. Su victoria portuguesa lo descubrió ante Belda, el director del Kelme, quien lo embarcó en el equipo B, le prodigó mimos y lo facturó al Giro. Y allí lo descubrió Laguía.

"Y lo primero que me sorprendió", cuenta el ex director, "fue su extraordinaria madurez, su gran frialdad. En la quinta etapa, que ganó por dopaje de Garzelli, se puso segundo en la general. Y allí estuvo hasta que unos días después sufrió una escalofriante caída en medio del pelotón. Pero hasta entonces me maravilló. Me di cuenta enseguida de que era como Valverde, un ciclista tocado por la gracia, de esos que ven en su interior una película diferente a la que nos hacemos los demás, que controla todas las situaciones, que no se pone nervioso pese a que en el pelotón le rodeen todos los grandes". Recuperado de la caída, dos meses después debutó en el Tour. Otra caída, los dientes de un plato clavados en el gemelo, sangre, infección, tendinitis, le forzaron a un nuevo abandono. Pero ya Pino se había enamorado de él.

En septiembre, el día que la Vuelta hizo etapa en Oviedo, en la Gruta, el día que Aitor González le quitó el liderato del equipo a Sevilla, Pérez habló con Quiles, el patrón del Kelme. Negoció su libertad. 30 millones de pesetas que pagó el Phonak de Pino. Llegó como figura, con tratamiento estelar, con sueldo acorde. Fue la última buena noticia que recibió en dos años. Dos meses después murió su novia en accidente de coche. A comienzos de 2003 se tuvo que operar de la rodilla. Como alma en pena vagaba por el pelotón. A Pino ya le echaban en cara su capricho. En la Vuelta Pino fichó a Botero, a Peña, a Landis, para el Phonak 2005. A la Vuelta llegó con Hamilton y Sevilla de figuras. En la Vuelta le salvó su Santi Pérez.

Santi Pérez, en la etapa de ayer.EFE

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